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jueves, 17 de marzo de 2016

NO LO ENTIENDO







Soy una niña de ocho años. Hoy doña Trini, la maestra, nos explicó cómo viven los pájaros. A mí me gustan mucho por qué son libres y puedes viajar por donde quieren. El camino que recorren es largo y peligroso, pero ellos se ayudan entre sí. Le pregunté a la maestra por qué las personas no podemos ir de un lugar a otro libremente. Ella me respondió que aunque no tengamos alas, podemos volar con la imaginación.

He estado pensando en esos pájaros migratorios y me parecen más humanos que las personas, porque ellos son acogidos por los demás animales cuando vienen de lejos, sin cuestionar si tienen papeles, o no, cuál es su raza o su origen.

No lo entendí muy bien, pero no le voy a preguntar nada a la maestra, porque va pensar que soy tonta.

 Maruja Jiménez galeote.

 

viernes, 11 de marzo de 2016

RECUERDOS DE UNA EMIGRANTE






En esos años yo contaba con tan solo doce años, ya era mayor para poder trabajar y ganar un jornal, así, se lo dijo mi padre a mi madre un día en la cocina antes de marchar. Sí, emigramos primero mi padre y un año después nosotros. No sé si el término es huyendo, pero se le acerca, lo cierto es que nos fuimos a Alemania para alejar el hambre y la represión que existía en aquella España de posguerra. Llegamos con la ilusión de encontrar un buen trabajo y la posibilidad de mejorar nuestras vidas. Esa ilusión se desvaneció, en realidad al llega allí fue muy distinto, tropezar con el idioma, las costumbres y el intenso frío. Obviamente íbamos con lo puesto, las ropas que llevábamos eran insuficientes para combatir las gélidas temperaturas del invierno de este país. Fue muy duro empezar una nueva vida en una tierra extraña y desconocida. Eso nos costó muchas lágrimas, sobre todo a mi pobre madre, que lloraba a escondidas y en silencio para no disgustar a mi padre.
Al recordarlo no me quejo y doy gracias a Dios. Alemania nos ofreció oportunidades; eso sí, mucho trabajo, sacrificios, y con todo ello fui logrando todos los objetivos que me había propuesto al llegar. Siempre sentí esa llaga abierta en mi corazón, las ganas de volver a mi país al lado de mi familia, y volver a ver a los amigos y, sobre todo, el deseo de poder morir en la tierra donde nací. Hoy, a mis 74 años, me siento un poco alemana lamentablemente, (llevo 60 años viviendo en Colonia), como dice la canción, “ni soy de aquí ni soy de allá”. No pierdo la esperanza de que algún día nuestro país sea una tierra próspera y con futuro para todos, y que si las nuevas generaciones deciden emigrar sea por propia voluntad y no por falta de trabajo y de oportunidades.




Creado por: Maruja Jiménez Galeote.







martes, 1 de marzo de 2016

MI GUITARRA









Tocando la melodía
una noche, junto al mar,
refugiados por la luna
te quiso mi alma besar.
 
Quisiera tocar el viento
abrazado a tus caderas
y recorrer los caminos
Días y noches enteras.
 
Las notas de mi guitarra
me alegran el corazón.
Quisiera ser caminante,
sembrar flores de pasión.
 
Entre cuerdas enredado
sueñoretener tu amor,
enamorándome siento,
tus cuerdas son mi canción.
 
¡Ah! si percibiera el mar
a través de tus sonidos…
mi oprimido corazón
de ti quedaría prendido.
 
Cada nota me recuerdas…
¿Dónde te encuentras amor?
¡Cómo te añoro guitarra!
¡sipudiera ser tu dios!
 
Creado por: Maruja. J. Galeote.
 
 
 

martes, 16 de febrero de 2016

HAIKU

INVIERNO




Lluvia de día.
El aire perfumado
Las calles frías.
                                                  
Tarde de viento
El crugir de los árboles
Corren las nubes.

pájaro cantor
Con sus alegres trinos
en la arboleda

Creado por: Maruja. J. Galeote.

miércoles, 10 de febrero de 2016

SIN UN ADIOS






Voló su alma un domingo de invierno. A esa hora en que la tarde abraza la noche, se marcho sin más, sin un lamento sin un suspiro, sin ni siquiera poder despedirse de sus seres queridos a los que tanto amaba. Ella fue mi amiga, compañera, que aún estando lejos, compartíamos un mismo deseo la ilusión por la escritura, poder escribir todo aquello que sentíamos con palabras  dentro de nuestra alma ,  fue ella, con sus bellos relatos y poesías la que despertó en mí el amor por la escritura. Ya nunca podre agradecértelo una vez más, y lo siento. Pero haya donde estés escribe tus poesías con pluma de  ángel, lo que sientas, lo que añores de tu estancia en la tierra, escribe de ellos de esos angelitos como tu solías llamarlos en vez de por sus nombres.
Tu, mi querida amiga fuiste una gran mujer esposa y madrer ejemplar.
Te recordaremos siempre por tu buen hacer mientras estuviste entre nosotros
Creado por: Maruja




sábado, 6 de febrero de 2016

YA ERA TARDE PARA ELLA









Ya era tarde para volver atrás. Ahora ella estaba allí como cada tarde rodeada de todas aquellas ancianas, en aquella tétrica  residencia, sentada en aquel extraño salón en penumbras; iluminado por un débil rayo de luz que se colaba por la estrecha ventana que daba al patio, intentando recomponer en su memoria los hechos que le sucedieron para encontrarse allí en aquel lugar perdido en medio de la nada,  dónde nadie iba a visitarla.

Les tenía pánico a  esos deshumanizados enfermeros que le inyectaban cada seis horas y la forzaban a comer esa papilla amarillenta y pastosa que sabía a medicamentos y que tanto le asqueaba. No podía aguantar por más tiempo en ese horrible lugar.

No sabía ni cómo ni cuándo, pero alguna tarde de algún domingo se quedaría sola en el patio, cogería el autobús y se marcharía a su casa. Esperó y esperó…pero  ese ansiado día jamás llegó.

Creado por: Maruja. J. Galeote.




 

 












 


 

viernes, 29 de enero de 2016

MAR DE AUSENCIA


Cuando ya no estés,
evocaré tú ausencia
en la orilla del mar,
al ocultarse el sol
tras el horizonte.

¿Quién rozará mis labios
ardientes, con un beso
silencioso y fugaz
en negra madrugada?

 Amor, si no estás tú,
¿Quién rozará mi cuerpo,
desnudo y trémulo
bajo las sábanas heladas?

Cuando ya no estés,
¿Quién secará mis lágrimas,
junto a la almohada
tras el triste abandono?

Ya no preguntarás
si siento frío,
ni arroparás mi alma,
cuando ya te hayas ido.
Creado por: Maruja. J. Galeote.

domingo, 24 de enero de 2016

CAPERUCITA Y LOS TRES CERDITOS


(FUSIÓN DE DOS CUENTOS)

Había una vez en un lejano país una niña a la que su abuela le había confeccionado una linda caperuza roja. Como le gustaba tanto siempre la tenía puesta, sólo se la quitaba cuando tenía que irse a dormir, por eso todos en el pueblo la llamaban Caperucita Roja. Un día su madre le pidió que fuese a casa de la abuela para llevarle una medicina por que se encontraba enferma. La madre estaba preocupada por los peligros que acechan a aquel  lugar a esa hora de la tarde y con palabras cariñosas le  advirtió a Caperucita.
—Caperucita vete por el camino  asfaltado aunque sea el más largo, pero es seguro, no te vayas por el bosque a esta hora de la tarde, el lobo esta por allí, y está hambriento.
Ella, como hacen algunas niñas no hizo caso a las palabras de su madre y se encaminó hacia el espeso y tenebroso bosque. Al llegar al corazón del bosque se encontró con los tres hermanos cerditos que vivían en el bosque, jugando con una manzana. El más pequeño le preguntó a la niña.-- ¿Dónde vas  a esta hora por este lugar Caperucita?
— Voy a llevarle a mi abuela esta medicina, se encuentra enferma, y me he perdido y no sé qué camino tengo que seguir. Balbuceó la niña muy asustada. Uno de los  cerditos, el mediano, le dijo: ten mucho cuidado, el lobo está buscando alguna presa fácil y tú tienes todas las papeletas para que te toque el premio. No había terminado el cerdito la frase cuando apareció el lobo, con la mera intención de saciar su hambriento estómago. Los cuatro gritaron  aterrados al verlo tan cerca, babeando y exponiendo sus feroces colmillos con intención desafiante. Corrieron despavoridos, corrían hasta quedar sin aliento, sin mirar, con el lobo pegado a los talones. Al llegar, rápidamente cerraron todas las puertas y todas las ventanas para que el canino no pudiese acceder hasta el interior. El lobo se puso a dar vueltas alrededor de la casa, buscando la forma de poder colarse por algún lugar y comerse a los tres cerditos y a la linda Caperucita. Ese era su objetivo.
Un gran árbol desnudo cerca de la casa fue la solución para el problema del lobo, trepó por sus ramas hasta el tejado para poder colarse por la estrecha chimenea.
La bella Caperucita que era una niña muy despierta y perspicaz puso en el fuego una gran olla llena de agua. El  lobo asesino descendió por el interior de la chimenea y cayó sobre el agua hirviendo escaldándose la piel. De un salto escapo de allí “como alma que lleva el diablo”, salió al bosque como si le hubiese cogido la pata un tren, dando terribles saltos y terroríficos alaridos, que se podían escuchar en todos los rincones del bosque.   
Se cuenta por el lugar que nunca jamás quiso comer cerditos y por supuesto a ninguna otra bella Caperucita.

Creado por: Maruja. J. Galeote.





viernes, 22 de enero de 2016

EL RAYO DE LUZ

Él es consciente al salir cada mañana tras las montañas de que su aspecto es visible, sabe que nadie lo puede aprehender pero si manipular, las nubes y los altos edificios de la ciudad pueden ocultan su luz. Más no pueden impedir que vuelvan a emerger sus rayos si es posible con más intensidad. Sabe de su poderosa fuerza puede iluminar y dar calor si se lo propone. Sus rayos son los mensajeros de la fotosíntesis para dar verdor a las plantas y hacerlas crecer, puede mover con sus rayos a los girasoles que pastan en el campo, a su antojo. Sus rayos pueden posarse sobre las tranquilas aguas del mar señalando miles de estrellas sobre la superficie. Sabe muy bien de su gran brillo y podes durante el día, pero también es consciente de su retirada al caer la tarde tras el horizonte. Los rayos de luz mueren lentamente vomitando sus colores violetas y anaranjados, engullidos por las sombras para dejar paso a la negra noche.


Creado por: Maruja. J.Galeote.

jueves, 21 de enero de 2016

"TOMÉ UNA DECISIÓN"










Nunca podré olvidar aquella noche de hace algunos años. La noche estaba muy oscura y las calles desiertas, una espesa niebla cubría las casas cercanas y el viento de poniente soplaba con fuerza moviendo los cristales del ventanal. Me sentía muy cansada, me quité el abrigo y los zapatos y fui hasta la cocina. El día había sido muy largo y el trabajo agotador, toda la jornada la había pasado de pie tras el mostrador, aguantando las indecisiones y estupideces de  aquellas nuevas ricas que no sabían en qué gastar el dinero, ganado por sus marido de forma fácil e ilegal.
Mi marido, aún no había llegado a casa, así que con desgana me dispuse a preparar la cena de Navidad. Antes de empezar con la tarea me senté y me serví una copa de vino blanco muy frío, se deslizó por mi seca garganta dejando un agradable frescor y regusto en mi paladar.
Esa noche no vendría solo, había invitado a cenar: a su madre y a su única hermana solterona que nunca se peinaba ni se quitaba los viejos vaqueros. A mí me odiaba, y yo no sabía por qué. Tendría que fingir durante toda la velada a lo que yo no estaba dispuesta. Despacio subí las escaleras hasta el dormitorio, me metí en la cama y me arropé hasta la cabeza.
A él le gustaba cuando llegaba a casa que todo estuviese a punto, esa noche no sería posible, porque yo no pensaba salir de la cama. Si querían la cena de Navidad en la mesa la tendrían que preparar ellos mismos, yo no estaba dispuesta a seguir siendo la asistenta de la casa.
Nunca olvidaré aquella noche en la que me quité la careta para siempre.
Creado por: Maruja. J Galeote.

viernes, 8 de enero de 2016

TRISTE NOCHE DE NAVIDAD.




Adela acuna su escuálido cuerpo en la butaca de rejilla tras el enorme ventanal, escuchando el tic tac del reloj. Absorta ve pasar lentas las negras nubes como panza de burra que amenazan con llover o nevar. De la vieja radio situada  en un rincón de la estancia se escapa la melodía de  un arcaico villancico, esa canción que tantas noches en  navidad había cantado toda la familia alrededor del belén en el salón de casa. No puede evitar que sus cansados ojos se ahoguen en lágrimas. Con apatía saca del bolsillo de su bata acolchada  unas lapidadas cartulinas de color sepia, las desliza entre sus huesudos dedos una y otra vez intentando rememorar a las personas que aparecen en ellas, alrededor de una gran mesa una noche de otra Navidad. Por más que lo intenta Adela no  consigue recordar quienes son aquellas personas jóvenes que aparecen en las fotografías.

Adela dos horas antes de la media noche, como cada 24 de Diciembre desde hace una década, abre la mesa del salón, pone sobre ella el mantel blanco bordado con alegres dibujos navideños rojos y verdes, en el centro coloca un páscuelo de terciopelo con una gruesa vela en forma de eje ya desvalijado por el paso de los años. Alisa con ahínco el mantel con las manos para que no quede ni una sola arruga.  
Despacio con sumo cuidado para no tropezar, saca del viejo aparador de dos piezas la vajilla de la cartuja sevillana y va colocando simétricamente en perfecto orden cada uno de los  cubiertos,  copas… se para un instante, para contemplar orgullosa como ha quedado la mesa para celebrar la cena de Navidad con sus seres queridos.  Adela se acerca hasta la ventana y ve caer con tristeza los copos de nieve sobre los desnudos árboles.  Con un gran nudo en la garganta deja escapar un profundo suspiro, un suspiro que le hiere el alma. 
De la Torre del Cerro de la virgen se descuelgan doce campanadas. Creo que esta noche no vendrán a cenar.
Creado por: Maruja. J. Galeote.

domingo, 13 de diciembre de 2015

QUIERO QUE SEPAS...

Con estas letras quiero agradecerte las muestras de cariño con las que me has tratado cada día de estos 50 años de matrimonio que hemos pasado juntos: tus besos, caricias, atenciones hacia mí. Quiero que sepas que mi vida hubiese sido oscura y monótona si no la hubiese podido compartir contigo. No sería justo que pensaras que todo el tiempo que hemos estado juntos  no he sido feliz a tu lado. Lo he sido y mucho. La vida es muy dura y nos golpea, poniendo en el camino cuantiosos obstáculos difíciles de superar.
Y los hemos superado juntos. Como hacerte entender que quiero estar a tu lado todo el tiempo que nos regale la vida. Quisiera que pudiésemos sobrellevar con amor y tolerancia nuestras pequeñas manías, buscándoles el lado bueno, aunque no lo tengan y seguir riéndonos de ellas, como cuando éramos dos adolescentes. Como hacerte entender que cada paso que des, yo lo daré contigo. En los buenos y malos momentos.
Disfrutar juntos de todo lo que con el tiempo hemos podido lograr en estos largos años, con los que esta vida nos ha premiado: Hijos, nietos, amigos… En los malos momentos, cuando lo veas todo negro y no puedas más, ahí estaré yo para dibujarte una sonrisa.
Porque las piedras estarán en el camino, y las malas rachas vendrán, como vienen los grandes nubarrones antes de la tormenta, periodos difíciles que tendremos que superar juntos. No tienes por qué preocuparte porque cuando lleguen esos malos momentos yo estaré ahí, cogiendo tu mano marchita cuando más lo necesites, te apretaré fuerte, para que sientas que siempre estaré a tu lado. 
Creado por: Maruja J. Galeote.


viernes, 11 de diciembre de 2015

AMOR DE JUVENTUD




Tan solo tenía quince años y él veintidós cuando lo vi por primera vez.
Me encontraba en el andén de aquella estación sentada en un banco cuando lo vi bajar de aquel tren. Su aspecto me llamó la atención; era alto, delgado con un fino bigote que dejaba entrever una sensual sonrisa picarona. El traje blanco con galones dorados en la pechera, y la gorra de plato le hacían aún más atractivo si cabe.
Lo miré a hurtadillas pero él se percató que yo lo estaba mirando y con una desenvoltura  propia del que ya ha corrido muchos “maratones” se dirigió al banco donde me encontraba y se  sentó a mi lado, con  melodiosa voz se dirigió a mí con unas bonitas y delicadas  palabras que hoy, con el paso del tiempo, me son difíciles de recordar. Buscó mi mirada, y yo, pobre de mí, la esquive avergonzada, en tanto un escalofrío recorría mi cuerpo.
Él no dejaba de hablar de su vida, y yo lo escuchaba. Se encontraba haciendo las milicias en el Buque Juan Sebastián El Cano, en la ciudad de San Fernando (Cádiz), estaba allí de paso, tenía que  hacer trasbordo y aún faltaban tres horas para que saliese el próximo tren.
Poco a poco fui perdiendo la timidez que me embargaba, sin reparos le conté parte de mi vida; una familia desestructurada con una madre yonki y un padre alcohólico. Al recordarlo no pude evitar que unas lágrimas resbalaran por mis mejillas. Cogió mi mano y la apretó con suma ternura, lo miré y vi en sus ojos color miel un mundo de estrellas que surgían de su interior.
El tiempo pasó de prisa sin ni siquiera darnos cuenta. El silbato de la máquina de vapor nos hizo volver a la triste realidad. El tren emprendió la marcha hacia su destino y nunca más lo volví a ver.




Creado por: Maruja. J. Galeote.
 
 

jueves, 3 de diciembre de 2015

YO, EL PULPO








Siempre que veo a un submarinista  que viene con el arpón para atrapar a un pulpo despistado, me pongo a cubierto rápidamente: me oculto entre las rocas más cercanas, agito la tierra con mis ocho tentáculos y cambio de color para no ser visto.
Ese día me cogió  desprevenido, me enganchó por uno de los tentáculos y me llevo hasta la orilla aún con vida. Al ver la lumbre encendida pensé lo peor, “iré derecho a la hoguera, tienen cara de hambre”. Pero no fue así. El más pequeño de los allí presentes  desengancho el anzuelo y me zambullo en un cubito lleno de agua. Papa, papa este pulpo es distinto a todos los demás, lo llevamos a casa y lo metemos en la pecera, es pequeño y tiene un bonito color.

Así fue como me libré de una muerte segura, aquel niño me salvó la vida, y no acabé en los estómagos de aquellas personas hambrientas.  



 
Creado por Maruja.J. Galeote.

 













sábado, 14 de noviembre de 2015

MARTA Y SUS TESOROS






Pasan las horas escuchando el tic tac del reloj. Marta balancea su escuálido cuerpo en la butaca de rejilla tras la ventana, absorta, ve pasar las negras nubes del inminente invierno enfundada en una mantita de fina lana de Cachemir. Hoy no ha acudido la chica peruana que atiende la casa y la acompaña a pasear cada tarde al caer el sol.
Saca del bolsillo de su bata de franela una vieja cartulina flagelada de una bella joven, en la que apenas se reconoce. Hoy no vendrán sus hijos, nunca vienen los fines de semana, están muy ocupados, los disculpa con una media sonrisa.  En un rincón de la estancia una bella melodía se escapa de la vieja radio. Esas notas que tantas noches de gloria había vivido sobre el escenario. No consigue impedir que unas incontroladas lágrimas humedezcan sus curtidas mejillas. Se levanta con suma dificultad, se dirige al dormitorio, donde se encuentra el almario caoba, en el guarda sus más preciados tesoros. Al abrirlo comprueba horrorizada que todo ha desaparecido, no queda nada, nada ¿Dónde  están sus zapatilla de ballet? ¿El traje blanco de tul y su diadema de perlas? Horrorizada: grita, llora, revuelve desespera el interior del almario maldiciendo a la peruana.  Ha sido ella, sí, lo sé, me odia, mañana cuando aparezca por la puerta la pongo de patitas en la calle. En ese momento suena el timbre del teléfono. Invadida por la furia  descontrolada que la invade,  descuelga el auricular:

-Señora Marta, soy yo, la llamo para decirle que ayer cambié  sus cosas de lugar, están en el sótano, las puse en el baúl que solía usar cuando viajaba por todo el mundo, no quería que  pudiesen estropearse. Nos vemos mañana Señora Marta.


Creado por Maruja.J. Galeote.






lunes, 2 de noviembre de 2015

SÓLO UNA NIÑA

Juanita tenía tan solo once años, aunque en la época de la posguerra ya era alguien que podía ayudar llevando a casa un pequeño jornal. Así, la familia tenía una boca menos que alimentar. Su madre había parido ocho hijos y eran muchos para comer y vestir.
Era una chica despierta, alegre, divertida, fuerte de carácter, con unos enormes ojos verdes y largas pestañas… Pero al mismo tiempo, era frágil, vulnerable... "poquita cosa”. Pero su afán por trabajar y superarse era grande.
Le dieron empleo en una de las casas más grandes y lujosas del pueblo, en la que vivían unos de los señores más ricos y poderosos de toda la comarca. Era una suerte, un gran privilegio para la mayoría de las jóvenes de aquella época tener trabajo y poder comer todos los días un plato de comida caliente. El trabajo en aquella casa era muy duro y agotador y ella tan solo era una niña para tener que llevar tan pesada carga.

Se levantaba con los primeros rayos del sol y se acostaba cuando la luna hacía su presencia. Tan largas jornadas de trabajo la dejaban extenuada, no tenía tiempo para jugar con las amigas, y por supuesto, tampoco para asistir al colegio… Era una de las cosas que más le dolía: el no poder aprender a leer ni a escribir.
Su trabajo consistía en barrer la acera de la calle y dar brillo a la puerta principal, limpiar la plata y el juego de café de cerámica inglesa, que estaba custodiado dentro de la vitrina del lujoso comedor. Sacaba las pequeñas piezas una a una y las limpiaba cuidadosamente con una bayeta hasta que brillaban como un espejo puesto al sol.
Una mañana, cuando limpiaba el juego de café, una tacita de cerámica inglesa se le resbaló de las manos estrellándose contra el suelo. Se hizo añicos. El estruendo alertó a la señora que salió dando gritos por el pasillo, histérica, al comprobar tamaña torpeza... Juanita muy asustada por la reprimenda no podía controlar las lágrimas que brotaban de sus ojos, entre gemidos y disculpas recogía arrodillada cada uno de los trocitos de la tacita que iba envolviendo uno a uno en un papel de periódico.  
La pobre niña no pudo dormir aquella noche, atenazada por el miedo, pensando que al día siguiente la señora le dijese: ya no vegas más, eres una inútil, no sirves para nada….

Y llegó el ansiado fin de mes, el día en que esperaba impaciente recibir el sobre con el miserable y mezquino salario. La niña, se mordía las uñas y retorcía las manos una contra otra, con la ilusión de llevar a casa el dinero ganado durante todo el mes. No lo quería para muñecas, ni cromos, sólo para un poco de pan y un trozo de tocino añejo. Si había suerte sus hermanos ese día podrían comer algo.

Y como si se tratase de una película con un triste final, la señora, con gesto despectivo y desagradable extendió la mano y le entregó un pequeño paquete alargado envuelto en papel de periódico.

Toma y no vuelvas más por aquí, no sirves para nada, eres una inútil.  
No respondió. Bajó la cabeza y apretó con fuerza las manos hasta clavarse las uñas en las palmas. Emprendió el camino en solitario por la Rambla de las Brujas hasta su casa. El viento bajaba de Sierra Nevada, clavándose como un puñal frío en su débil y famélico cuerpo.
-¿Qué podría contener aquel pequeño paquete?- se preguntaba.  
Al abrirlo, un escalofrío recorrió el frágil cuerpo de Juanita.  Se quedó muy triste al comprobar su contenido.  No era dinero, ni tocino, ni algo parecido, era la tacita de loza hecha añicos envuelta en una hoja de papel de periódico.
Sus ojos se humedecieron y una brisa perfumada y fría besó su rostro infantil. Apretó contra su pecho la rebeca de lana desgastada de su hermana mayor y entre sollozos siguió caminando… ¿qué podía hacer una niña con tan solo once años? Llorar. Pero pronto se sobrepuso. Juanita era valiente y decidida.
-Mañana iré a la monda con mi padre. No importa que mis manos se lastimen y ennegrezca con el tizón o se abrasen con el fuego. Al menos estaré libre en el campo como los pajarillos que rebuscan su ración de comida entre las cañas. Y sobre todo seré libre, ¡libre! ¡Lucharé con todas mis fuerzas y seguiré adelante con mi libertad por delante!
Era ya noche cerrada. De la Torre del Cerro cayeron once campanadas.


Creado por Maruja. J. Galeote.



 1º Premio del certamen de relato 2015 "Servador Varo"





miércoles, 28 de octubre de 2015

ELLA ES...


Sembrar mi vida junto a ti, 
Recordar tu rostro en madrugada
Cantar cada día al sol dorado
Mirarte en la luna enamorada.


Creado por: Maruja. J. Galeote.