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domingo, 29 de noviembre de 2020

NAVIDAD SIN LUCES DE COLORES

Manuel observaba su gran salón y fijó la vista en la fotografía de su esposa, compañera, amiga... Lo había sido todo para él y ahora se sentía muy solo, a pesar de los muchos años que hacía que lo había dejado para siempre, aquella fría madrugada. En la Navidad era cuando más la echaba de menos. Añoraba cómo lo preparaba todo con esmero e ilusión. Esos días navideños cuando los niños pedían sus platos preferidos y ella complacía todos sus caprichos. Echaba de menos esas etapas de su vida. En la cocina, Manuel se preparaba su cena navideña: pescado cocido con una cebolla, una patata una zanahoria y una hoja de laurel. Lo dejaría todo preparado para poder estar más tiempo con sus hijos. Ahora...vendrían sus hijos después de comer, le darían un beso sin alma, un par de toques en la espalda diciendo: "Estás genial papá". Y en media hora su casa estaría vacía. Y no se equivocaba. Sus hijos llegaron apresurados y llenaron la casa de barullo, risas, y conversaciones olvidadas. Él observaba mientras todos hablaban entre ellos,.era invisible, parecía que nadie se percataba de que estaba allí. Nadie cenaría esa noche en su cas. Ellos tenían obligaciones y otros compromisos; ya era un estorbo, un pobre viejo que no servía para nada. Ya lo tenía asumido. Echaba de menos cuando era imprescindible, sobre todo, los días en que todos se sentaban a la mesa y daban gracias a Dios por poder celebrar todos juntos el gran día. Y no se equivocaba. Se quedó solo esa noche. La casa olía a pescado, a ausencias, a tristeza y a soledad; un silencio aterrador le rodeaba. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras observaba su pescado inerte sobre el agua, dentro de la cacerola. La casa se había quedado muda, inhóspita, triste, vacía… Igual que su alma. 
 (Maruja Jiménez Galeote. Noviembre 2020)

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