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sábado, 7 de noviembre de 2020

TRISTE REALIDAD

Él, al verme allí sentada, no se sorprendió, se dirigió hasta donde me encontraba y en tono sarcástico me dijo: “Esta que ves aquí es la chica que te han dicho las malas lenguas del pueblo.Salgo con ella desde hace más de un año. ¡¡Y eso es lo que hay!!” Salí de allí corriendo, como alma que lleva el diablo; corrí sin rumbo ni destino hasta quedar extenuada y sin aliento. Me envuelve una brisa fresca con olor a sal y ante mí se extiende un gran manto de dorada arena fina como oro pulido. Bajo hasta la orilla despacio, contando las huellas de las pisadas en la arena. Observo confusa, abstraída, fuera de la realidad, la gran belleza que me rodea: los tonos azules en el horizonte que unen mar y cielo, gaviotas que revolotean en círculo en su busca por el sustento, una nube blanca que se desplaza lentamente…Tanta belleza me entristece. No puedo dejar de llorar, no tengo consuelo, me pregunto qué será ahora de mí, de mis ilusiones y sueños, sueños que nunca se harán realidad. Él, el mar, habla conmigo en mi silencio hasta que me quedo dormida. Las risas de los niños que juegan despiertan mi letargo. Cae la tarde con espadas de fuego incandescentes para parir la noche. A lo lejos, sobre las tranquilas aguas se divisan pequeñas luces como bailarinas de un mágico ballet danzando sobre las aguas.El eco de unos ladridos lejanos me vuelve a mi amarga realidad. (Maruja Jiménez galeote, noviembre 2020)

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