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viernes, 5 de marzo de 2021

AGONÍA DEL ESPEJO

LA Cada noche la señora de la casa, antes de irse a la cama, se ponía frente a mí. Desde hacía muchos años, no sabría decir cuántos, estaba en aquella casa colgado de una de las paredes del dormitorio principal. En tantos años había visto muchas cosas que no podría ni me atrevería a contar por mero respeto y pudor. Yo intentaba no mirarla, pero me era imposible, mis fuertes reflejos se posaban en su bello cuerpo. Más tarde, cuando llegaba el marido al dormitorio, se metían en la cama y apagaban la luz y ya no podía ver nada, solo escuchar los acelerados e intermitentes suspiros y jadeos de ambos. Pasados algunos años más, ya no se escuchaba nada cuando apagaban la luz. Lo que sí escuché una noche fue como le decía la señora a su marido. “No quiero que ese espejo esté ahí por más tiempo, cada día lo detesto más, me veo más gorda y más vieja”. Al escuchar aquellas palabras de desprecio hacia mí, comprendí que mi larga estancia en aquella casa estaba llegando a su fin. Al día siguiente, con sumo cuidado, me descolgaron de aquella oxidada alcayata a la que había estado enganchado tanto tiempo y fui arrojado a la basura. Me rompí en mil pedazos y así terminó mi vida.

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