Ayer fue mi octavo
cumpleaños. Como somos tan pobres y no tenemos dinero, mi mamá me regalo un
marumito. Cuando salí al patio y vi mi regalo, me enganché a su cuello y la
cubrí de besos. No pude contener la emoción.
Allí estaba. Era el
regalo más bonito que yo había visto jamás colgando de un árbol. El asiento era
dorado y sujeto con dos guirnaldas de flores. Subí a mi marumito y me
agarré con fuerza, empecé a columpiarme primero muy despacio y luego más y más
de prisa… La brisa mecía mi largo pelo y acariciaba mis mejillas
encendidas por la excitación. En esos instantes me sentí como una princesa
sentada en su trono.
Ciertos que en nuestra infacia, los regalos no eran tantos, tan regularmente, ni tan caros como los de hoy.
ResponderEliminarPero eran más agradecidos, usados y apreciados que hoy.
Precioso ese columpio.
Un abrazo
Ambar.
Hola Maruja, encantada de conocerte...este relato me trajo recuerdos de la infancia y una hermosa nostalgia por esa tierna etapa en que solo pensábamos en jugar y nuestro destino era un misterio, gracias por tu bella entrada, hasta pronto!!!
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