seJulia
se acostó pasada la media noche. No podía conciliar el sueño por más que lo
intentaba. Se tomó una de esas pastillas y en pocos minutos un sopor la
arrastró hasta un profundo pozo sin fondo.
El
teléfono sonó con insistencia.
—Diga.
¿Quién es?
—
¿Es la Sª Julia? Ponga mucha atención a lo que le voy a decir:
—Tenemos
secuestrado a su querido marido, si no hace lo que le digo le cortaremos el
cuello, después de sacarle las uñas una a una.
—Por
favor, ¡¡NO!! ¿Qué tengo que hacer? Dígame, por favor. ¡¡Oh!! ¡¡DIOS
MIO!!
—Venga
sola hasta la casa deshabitada que está a la salida del pueblo, traiga en una
bolsa cincuenta mil euros en billetes grandes. No le diga ni una palabra a
la policía. Si lo hace, se encontrará flotando el cuerpo de su marido en el
río.
Los
fuertes ronquidos de su marido la hicieron volver a la realidad.
Se
sentó en el borde de la cama y comenzó a llorar desconsolada…
¡¡¡¡Menuda pesadilla. ¡¡¡¡qué alejada estoy de los bloggers!!!! llevo meses que no escribo ni leo nada en blog, estoy que no paro. Pero siempre es un placer saber que sigues escribiendo, Maruja.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Una pesadilla algo reconciliadora
ResponderEliminarcon la vida misma.
Gracias por tu amable visita Maruja,
nos vamos leyendo besos Pilar.
Uf, qué pesadilla¡¡
ResponderEliminarUn abrazo.
Esas pastillas tienen eso.
ResponderEliminarHay sueños tan reales que nos acongojan durante días.
Besos