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viernes, 6 de mayo de 2016

NADA ES LO QUE PARECE


Unas cuantas horas antes discutía con mi mujer. Nada extraño ni grave en nosotros, últimamente siempre discutíamos. Si alguien nos hubiese visto pensaría que estábamos al borde de la ruptura.

Pero nada más lejos de la realidad, a nosotros aquellas tontas discusiones nos permitían que nuestra vida juntos fuera menos monótona y aburrida, afianzando con más fuerza nuestro amor, después de tantos años de matrimonio.

Eran las siete de la mañana. Pensé que pronto amanecería y salí a la calle a tirar la basura y allí estaba ella, al lado de una harley sin casco, insinuante y atractiva, con la melena al viento, mirándome fijamente con sus ojos color azabache de mirada penetrante y seductora. Pasaban los segundos y los minutos y no ocurría nada. Me hubiese gustado saber lo que estaba pensando aquella diosa de cuerpo escultural, pero de sus labios insinuantes e incitantes no salió nada, ni una sola palabra, cuando de repente deja la moto aparcada y se acerca a mi lado, y regalándome una gran sonrisa, me dice: llevas suficiente dinero, que ese hotel no es de los baratos. Yo... yo no te cobraré nada, por ser la primera vez que voy contigo; pero... algún regalo me harás, ¿verdad?

Le doy la espalda. No podía creer lo que me estaba pasando y camino como un autómata hasta el portal de casa, cierro la puerta y como si hubiese visto al mismo Lucifer subo los escalones de dos en dos hasta el sexto piso. Mi mujer me espera centrada en la cocina con una tostada y una taza de café caliente sobre la mesa.

 

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