Miró
por el ojo de la cerradura, no podía creer la que estaba viendo por aquel
pequeño orificio, era terrible lo que estaba sucediendo en aquella habitación.
Una tenue luz roja iluminaba la estancia. Observó entre realidad y ficción unos
cuerpos semidesnudos cubiertos por un antifaz, pequeños tangas y taparrabos
negros, lencería fina de marca. Todos participaban, unos más activos que otros
en aquella desenfrenada orgía. Entre ellos reconoció a su mujer por su pelo
caoba recogido hacia tras, su piel blanca se apoyaba de espaldas en una de las
paredes del cuarto, muy cerca de ella un hombre de color, muy alto, de gruesos
labios, cuerpo musculoso y atlético, que agitaba un látigo cerca de sus nalgas
con la mano derecha, mientras con la izquierda la cogía por la coleta tirando
de ella hacia atrás. Veo atónito como se agita, se estremece de placer
entre gemidos ahogados de gozo que salen de lo más profundo de su ser.
El chirriar de la llave en la cerradura de la puerta de la calle me hizo despertar de aquella horrible pesadilla.
— ¡Cariño, ya estoy en casa!
¡¡Si, si era ella, mi mujer!!
El chirriar de la llave en la cerradura de la puerta de la calle me hizo despertar de aquella horrible pesadilla.
— ¡Cariño, ya estoy en casa!
¡¡Si, si era ella, mi mujer!!
Tremenda pesadilla...
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso mismo, era una pesadilla espero.
ResponderEliminarVaya pesadilla Maruja. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
ResponderEliminarMenos mal se despertó, porque la cosa pintaba muy mal para él.
ResponderEliminarUn abrazo.