La semana anterior me encontré con ella en el parque. Llevaba a su hija pequeña de la mano. En su semblante se podía adivinar una gran tristeza.
Esa mañana descubrió un pequeño bulto en el pecho izquierdo. Me quedé mirándola como, queriendo encontrar sus más profundos pensamientos. Sus enormes ojos carentes de expresividad, su mirada ausente deja entrever la incógnita y el miedo a lo desconocido.
Hoy he vuelto a verla y percibo que algo en ella ha cambiado, algo importante y transcendente. Sólo hay que reparar en la forma de andar, en el regocijo de su cuerpo, ese movimiento de su pelo mecido por la brisa.
“Algo en ella ha cambiado,” pienso, pero no me atrevo a preguntar. No lo necesito, se la ve radiante…
MARUJA, una vez más¡¡¡ESTUPENDO!!! aunque sea cortito. No se como hacerme seguidora de tu blog, por más que lo veo. No me aparecen tus seguidores, algo hago mal,no importa ya que te visito a diario. Un abrazo, ANTOÑITA.
ResponderEliminarPerfecto. Has plasmado en tan pocas frases un mundo. Me ha gustado mucho. Además es muy esperanzador. Un abrazo
ResponderEliminarHola amiga, precioso tu relato como dicen has plasmado con pocas palabras un mundo de realidad y esperanza, besos.
ResponderEliminarHola Maruja,!!ESPERANZA!! esa es la palabra que define este relato, nunca hay que perderla, te felicito por la ternura con la que has tocado ese tema.
ResponderEliminarUn beso Nieves.