Elena, una mujer de pueblo, que a sus
sesenta y cinco años comienza el día con una sonrisa. Es Elena persona de
cuerpo pequeño y delgado, pero fuerte, después de haber parido y criado a seis
hijos; un cuerpo frágil, pero curtido
por la vida que le ha tocado vivir. Cada mañana se levanta con energía y,
canturreando, riega los múltiples geranios que adornan su terraza orientada al
mar, a ese mar de Motril limpio y sereno que al contemplarlo tantos recuerdos
le trae a la memoria.
Tuvo muchas desgracias: uno de sus hijos se metió en el mundo de la maldita droga, un mundo desconocido y oscuro para ella. Fue una de las más duras batallas que tuvo que lidiar; luchó con uñas y dientes hasta lograr sacarlo de aquel horrible infierno. Aunque eso no fue lo peor; lo que le arruinó la vida y le rompió el corazón en mil pedazos, fue la muerte de su hijo Antonio (su ojito derecho), el más pequeño, que con tan solo veinte años perdió la vida una madrugada, en un trágico accidente de tráfico.
Tuvo muchas desgracias: uno de sus hijos se metió en el mundo de la maldita droga, un mundo desconocido y oscuro para ella. Fue una de las más duras batallas que tuvo que lidiar; luchó con uñas y dientes hasta lograr sacarlo de aquel horrible infierno. Aunque eso no fue lo peor; lo que le arruinó la vida y le rompió el corazón en mil pedazos, fue la muerte de su hijo Antonio (su ojito derecho), el más pequeño, que con tan solo veinte años perdió la vida una madrugada, en un trágico accidente de tráfico.
Una mañana de otoño, después de una
larga noche de insomnio, estando en la cama hundida por la pena y la soledad,
una llamada de teléfono de su amiga Marta cambió su vida para siempre.
—Hola, Elena buenos días. Mañana empiezan las clases en el “Centro de Adultos”. ¿Te gustaría asistir? Dicen que quedan muy pocas plazas para este curso; si quieres ir tienes que darte prisa en hacer la matrícula. Creo que te hará bien: conocerás a otras mujeres y podrás adquirir nuevos conocimientos, para lo que nunca es demasiado tarde.
Nunca pensó que podría hacer tal cosa, pero sí lo hizo. Se apuntó para recibir clases de informática. El primer día que asistió a clase tardó más de dos horas sólo en escribir su nombre. ¡¡¡Eso ya es historia!!! Actualmente puede chatear, acceder al correo, escribir sus propios relatos, publicarlos en su blog… Además, se ofreció al director del Centro de Mayores para enseñar a algunas de las compañeras a jugar a la petanca, un juego que aprendió con sus hermanos siendo muy joven. También participaba en el taller de teatro aficionado “Soniquete”, que habían creado un grupo de compañeras de clase, al que Elena se incorporó con gran ilusión. Cada tarde se reunían para ensayar en el salón de actos del Centro. Por una de las compañeras se enteró de que habían convocado elecciones para presentarse al Consejo de Centro. Pensó en presentarse y lo hizo. Y ante su incredulidad, salió elegida por mayoría de votos. Podía hacer algo más por las alumnas del colegio exponiendo las quejas y opiniones que ellas le transmitían. Sí, quería hacer algo más: poder colaborar con los profesores/ y profesoras para organizar viajes culturales, visitas al medio ambiente, etc., y así conseguir una mejor y mayor convivencia entre las compañeras. Eso le sería más fácil si participaba en las periódicas reuniones del Consejo de Centro. Con la ayuda de sus compañeras fundó una asociación de mujeres, con más de veinte socias, en la que podían expresar y defender sus derechos como personas ante las injusticias de la vida, la vida que les había tocado vivir a la mayoría de ellas. Esas mujeres valientes, de pueblo, que lucharon lo indecible para sacar a sus hijos adelante. Fueron ellas las que inyectaron a Elena la fuerza y las ganas de seguir viviendo cuando ya su vida estaba casi acabada. Pero su triste vida había cambiado; gracias a esa llamada había conseguido salir de aquel negro y profundo pozo en el que se encontraba metida.
Tengas la edad que tengas, RECUERDA: La vida es como una breve obra de teatro: canta para ser feliz, ríe cuando tengas ganas de llorar, y vive, vive, intensamente… antes de que baje el telón y la función termine sin aplausos.
3Premio de relatos certamen de relato y poesía "Salvado Varo"-2018
—Hola, Elena buenos días. Mañana empiezan las clases en el “Centro de Adultos”. ¿Te gustaría asistir? Dicen que quedan muy pocas plazas para este curso; si quieres ir tienes que darte prisa en hacer la matrícula. Creo que te hará bien: conocerás a otras mujeres y podrás adquirir nuevos conocimientos, para lo que nunca es demasiado tarde.
Nunca pensó que podría hacer tal cosa, pero sí lo hizo. Se apuntó para recibir clases de informática. El primer día que asistió a clase tardó más de dos horas sólo en escribir su nombre. ¡¡¡Eso ya es historia!!! Actualmente puede chatear, acceder al correo, escribir sus propios relatos, publicarlos en su blog… Además, se ofreció al director del Centro de Mayores para enseñar a algunas de las compañeras a jugar a la petanca, un juego que aprendió con sus hermanos siendo muy joven. También participaba en el taller de teatro aficionado “Soniquete”, que habían creado un grupo de compañeras de clase, al que Elena se incorporó con gran ilusión. Cada tarde se reunían para ensayar en el salón de actos del Centro. Por una de las compañeras se enteró de que habían convocado elecciones para presentarse al Consejo de Centro. Pensó en presentarse y lo hizo. Y ante su incredulidad, salió elegida por mayoría de votos. Podía hacer algo más por las alumnas del colegio exponiendo las quejas y opiniones que ellas le transmitían. Sí, quería hacer algo más: poder colaborar con los profesores/ y profesoras para organizar viajes culturales, visitas al medio ambiente, etc., y así conseguir una mejor y mayor convivencia entre las compañeras. Eso le sería más fácil si participaba en las periódicas reuniones del Consejo de Centro. Con la ayuda de sus compañeras fundó una asociación de mujeres, con más de veinte socias, en la que podían expresar y defender sus derechos como personas ante las injusticias de la vida, la vida que les había tocado vivir a la mayoría de ellas. Esas mujeres valientes, de pueblo, que lucharon lo indecible para sacar a sus hijos adelante. Fueron ellas las que inyectaron a Elena la fuerza y las ganas de seguir viviendo cuando ya su vida estaba casi acabada. Pero su triste vida había cambiado; gracias a esa llamada había conseguido salir de aquel negro y profundo pozo en el que se encontraba metida.
Tengas la edad que tengas, RECUERDA: La vida es como una breve obra de teatro: canta para ser feliz, ríe cuando tengas ganas de llorar, y vive, vive, intensamente… antes de que baje el telón y la función termine sin aplausos.
3Premio de relatos certamen de relato y poesía "Salvado Varo"-2018
La historia de Elena puede ser la historia de muchas personas, como nosotros. Me identifico con tu personaje y con ese final que citas tan admirablemente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tu comentario Rafael.
ResponderEliminarExcelente relato Maruja con una bella reflexión.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo.
Volviendo despacito, aquí estoy :)