Una de las
noches, como tantas otras, al salir de trabajar de la fábrica de papel, Isabel
emprendió el camino en solitario por la Rambla de las Brujas hasta su casa. El
viento bajaba de Sierra Nevada, clavándole puñales de frio en su débil cuerpo.
Al llegar,
Isabel quedó fascinada, y saltó de alegría al comprobar que, él, (su marido) no
se encontrara en casa. Ese ser malvado que cada noche dormía junto a ella con
un cuchillo bajo la almohada, como lobo que acecha a su presa.
Pasado un largo tiempo y después de dar miles de vueltas en la cama,
cuando la noche paladeaba el alba, lo consiguió, y se quedó profundamente
dormida. Sin embargo, las fuertes pisadas por el largo pasillo le
hicieron sospechar lo peor. Isabel se embutió bajo las sábanas de la cama
aterrorizada. No se movió, aguantó la respiración y metió la cabeza bajo la
almohada; aún así, no dejaba de sentir a su marido gritando e insultando, dando
fuertes patadas en la puerta. Cerró con fuerza los párpados, y apretó la
manos hasta clavarse las uñas en las palmas. Un líquido caliente e incontrolado
se deslizó por entre las piernas de Isabel mojando la cama. En ese instante
recordó lo que había oído aquella tarde a una de sus compañeras: — ¿Sabéis
que ha llegado a Motril un abogado muy prestigioso dispuesto a ayudar a las mujeres que aon maltratadas Pronto acabaría para Isabel su terrorífico calvario.
No puedo concebir que todavía hayan mujeres que se acuestan aterradas, necesitan todo nuestro apoyo, para que vivan plenamente.
ResponderEliminarEs triste pero por desgracia siguen esistiendo esos seres malvados,para desgracia de algunas mujeres. Un abrazo.
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