Había una vez una señora muy triste, una cruel enfermedad se llevó a su marido, el fiel compañero de su vida y al que ella quería muchísimo; se quedó sin nada que la motivara a seguir viviendo. Recientemente se habían cambiado de ciudad para estar cerca de sus hijos; por lo tanto, no tenía amigos cerca que le hicieran compañía.
Un día, sus hijos pensaron traerle un perrito para obligarla a salir de su casa. Ella aceptó y trajeron a Rosita, una preciosa perrita de diez meses, rubia y con el pelo suave como el algodón. El cariño fue rápido y mutuo.
La señora tuvo que dejar de llorar todo el día porque Rosita se ponía triste y no comía Ella tenía que salir tres veces al día a pasear a Rosita y esto empezó a gustarle. Además de tener una compañera fiel y cariñosa que la colmaba de besos todo el día, en la calle hizo amistad con los dueños y dueñas de otros perros, personas muy buenas con las que se relaciona todos los días, aunque su marido jamás se le olvidar. La pena se fue mitigando, volvió a tener ganas de vivir.
¡Tenía alguien a quien cuidar y querer!
Para colmo, su querida amiga Maruja la animó a comprarse un ordenador y así lo hizo, y muy pronto aprendió a usarlo; o sea, que entre el ordenador y Rosita tiene el día completo. Ahora cuando vienen sus hijos, se alegran de verla animosa y ocupada.
Su recomendación para las personas que estén tristes por una causa u otra es que como terapia pongan una perrita en su vida.
CONSUELO GARCÍA.
Hola Maruja, muy tierno tu "micro" relato pero muy cierto, necesitamos compañía.Saludos.
ResponderEliminarMuy extreñable sin duda, un placer tu visita por mi blog y poder conocerte Maruja, un gran abrazo.
ResponderEliminarMuy buenos consejos para combatir soledades. Un perro, además, te lleva a relacionarte con más dueños... y algunos también se sentiran solos.
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