Ayer fue mi octavo
cumpleaños. Como somos tan pobres y no tenemos dinero, mi mamá me regalo un
marumito. Cuando salí al patio y vi mi regalo, me enganché a su cuello y la
cubrí de besos. No pude contener la emoción.
Allí estaba. Era el
regalo más bonito que yo había visto jamás colgando de un árbol. El asiento era
dorado y sujeto con dos guirnaldas de flores. Subí a mi marumito y me
agarré con fuerza, empecé a columpiarme primero muy despacio y luego más y más
de prisa… La brisa mecía mi largo pelo y acariciaba mis mejillas
encendidas por la excitación. En esos instantes me sentí como una princesa
sentada en su trono.