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sábado, 16 de noviembre de 2013

LA ABUELA MARÍA




El sol acariciaba con dulzura el angelical rostro de María, era una tarde de otoño excesivamente cálida para la fecha. El parque se encontraba en silencio, los anaranjados rayos del sol en el horizonte anunciaban el final de otro día, los pájaros revoloteaban alrededor de los árboles, buscando un lugar para cobijarse. La abuela miraba ensimismada a su nieta y pensaba: “Ella  no tendrán una vida como la que a mi me tocó vivir, podrán estudiar, casarse, tener hijos, ¡¡¡o, no!!! En una palabra ser soberanas de su propio destino.
Su vida había sido muy dura siempre trabajando. Nunca tuvo tiempo de nada ni siquiera de aprender a leer ni a escribir. Afanándose siempre por sobrevivir en aquel mundo de escase y mi seria: daba la vuelta a los cuellos de las camisas, remendaba los pantalones y cada mañana encendía el hornillo con la carbonilla que su marido cogía de entre las vías del tren, rebuscaba en los campos todo aquello que se pudiese cocina, hacía tartas con el pan duro y las manzanas picadas que cogía para poder darles a sus hijos de comer cuando venían hambrientos del colegio.
Ellas mantenían una  relación muy estrecha con su única nieta. Centadas en aquel banco del parque le contaba los interesantes relatos de su vida pasada, y entusiasmada la pequeña la escuchaba en silencio.




3 comentarios:

  1. Muy cierto, aunque tendemos a olvidarlo.
    Yo sólo conocí a una de mis abuelas, y no tuve muy buena relación con ella. Me habría gustado que fuera diferente. Lo he echado de menos.

    Bonito texto

    Un beso

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  2. Aprovechar el poco o mucho tiempo que se nos dona para vivir viviéndolo...

    Abrazos

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