Subí las escaleras de madera desgajadas, tanteando uno a uno los peldaños había muy poca visibilidad a esa hora de la tarde. Empujé un poco la puerta del desván y se abrió antes de que pudiese ni siquiera tocar el picaporte. Y un hedor me topó en el rostro.
Me deslicé dentro y encendí la luz la bombilla estaba tan sucia que apenas iluminaba la habitación. Era pequeña y estaba llena de telarañas. Además de muchos trastos viejos, una pequeña cama y un armario. Lo abrí. Sin pensar que podía haber en su interior.
No había terminado de abrir la puerta cuando una luz cegadora de color violeta traspasó la puerta; la irradiación traía envueltos a dos seres monstruosos de color verdoso. Quedé paralizada. Sin poder mover ni un solo músculo, observando aterrada cómo salían del armario aquellos seres monstruosos, haciendo un ruido infernal como aullidos agonizantes.
Al ver sus caras, mis piernas se derrumbaron por el terror. Caí al suelo. Sus cabezas eran deformes, sus ojos voluptuosos y oscuros, de tez amarillenta y brazos alargados, intentaba creer que no era real pero si lo era. Uno de aquellos seres al verme en el suelo pronunció algo. Parecía un ventrílocuo ya que no vi orificio alguno en su cara por donde pudiera pronunciar palabra alguna. ¡¡OH!! ¡¡DIOS MIO!! Al decir esto uno de ellos me miró fijamente. Tocó con su mano áspera mi cara y un escalofrío recorrió mi tembloroso cuerpo. Se acercó lentamente mientras levantaba un dedo mirándome con cara de lástima. Cuando su dedo tocó mi sien, todo se volvió una espiral y solo recuerdo haberle oído decir: Siento lo que ha pasado. No dirás a nadie lo que has visto aquí esta noche.