Cuando tenía diez años, recuerdo con tristeza no haber tenido muchos amigos, así que me inventé un amigo que siempre estaba a mi lado, jugábamos, reíamos y subíamos a la casita del árbol que había en el jardín. Al darse cuenta mis padres de este grave problema, decidieron llevarme a un psicólogo.
Recuerdo que a mi amigo no le gustó el psicólogo, y a mí me dio mucho miedo: era muy alto, delgado, con poco pelo y gafas oscuras.
El psicólogo me preguntó.
— ¿Por qué hablas a solas?
—Yo, no estoy solo. Bien, bien, — ¿Con quién hablas?
—Con mi amigo. Y. ¿Dónde está tu amigo?
—Justo detrás de usted.
El psicólogo miró detrás de él, y dijo:
—Yo no veo a nadie.
Esto hizo enojar a mi amigo. No le gustó lo que había dicho, y se puso muy furioso
La semana siguiente llaman a casa, para decirle a mi madre que habían encontrado al doctor tirado en el suelo de la consulta desangrado. Alguien lo había asesinado cortándole la lengua.
Pocos días después de este trágico suceso, mi amigo desapareció de mi vida para siempre.
Creado por: Maruja.
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