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sábado, 29 de enero de 2011

EL ANGEL DE LA PLAYA


Hacía mucho calor, los niños se hallaban muy nerviosos. Corrían de un lado para otro, tirando todo lo que encontraban a su paso y peleándose entre ellos. ¡No podía más! De un puñado los metí en el coche y me marché a la playa. Al llegar, casi no podía abrir la puerta del coche por el fuerte viento reinante. Pensé en volver a casa, pero, no, yo soy más terca que una mula. Bajé los bártulos y los planté sobre la incandescente arena,  el sol caía a plomo sobre nuestros cuerpos casi desnudos. Me encontraba mal, el fuerte calor no me 
dejaba respirar y un sudor pegajoso se adhería a todo mi cuerpo.
Grité, una y otra vez a los niños para que no se acercasen al agua, y jugaran en la orilla. Ondeaba la bandera amarilla y era muy peligroso.
Desde la posición en que me encontraba, divisé a un anciano: mugriento y mal vestido con un viejo sombrero de paja, arrastrando una enorme bolsa negra de plástico en la que introducía todo lo encontraba a su paso.
— ¡¡Se dirige a los niños!! Los llamé desesperada  para que no se acercasen a él. 
El anciano mugriento pasó junto a mí, inclinó la cabeza para recoger un objeto del suelo; en ese instante me dirigió una tierna y amable sonrisa. A la que yo le respondí con un gesto áspero y hostil.
Unos día más tarde escuché una interesante conversación, en la puerta del colegio a una de las madres.
—¡¡Si!! Es él, — Le dicen el Ángel de la playa.
—Lleva toda su vida limpiando las playas del entorno, de latas, cristales y otros objetos cortantes con los que se pueden herir los niños al jugar en la arena.
Aquel día recibí una gran lesión, de amor y humanidad que nunca olvidaré. Jamás  juzgues a ninguna  persona  por su aspecto… 

domingo, 23 de enero de 2011

LAS TAPAS.



La visita a Granada nunca será completa si no se llega a practicar en sus bares y tascas el “tapeo granadino”, en el que variadas y suculentas tapas son regaladas con la consumición, que suele ser una caña de cerveza o un chato de vino. En esta particular muestra de cultura gastronómica es normalmente el propio tabernero quien escoge la tapa, y el cliente acepta la elección con sumo respeto. Y es que ir de tapeo con los amigos es una de las costumbres más arraigadas en la capital granadina.


martes, 18 de enero de 2011

LA ABUELA GOLONDRINA



Cada mes lo pasa en casa de uno de sus tres hijos que ya se encuentran jubilados; bueno, todos no, menos la pequeña Marta.


Carmen, la mayor, maestra de primaria, es alegre y muy divertida, a menudo le cuenta chistes graciosos y siempre le tararea canciones de los años cuarenta.


Juan, fontanero de una importante empresa, cada día la irrita con sus juegos de niño travieso, le esconde sus retratos y las galletas que más le gustan.


Marta no trabaja, ha pedido excedencia en el hospital, tiene dos niños pequeños, uno de dos, y otro de cuatro, que es un demonio. Cuando hace buen tiempo, la saca a pasear por la acera, aunque ella nunca está dispuesta a ello, no le gusta cambiarse de ropa ni ponerse los zapatos y mucho menos que la peine.


Como ella, hay muchas que son muy afortunadas, pero por desgracia cada vez menos. Ellas son conocidas por el apodo de las abuelas “golondrinas” un mes, aquí y otro allí…




viernes, 14 de enero de 2011

FRASES


Volver a soñar, nuestra imaginación ve deslizarse las negras nubes sobre el inmenso e implacable mar de las pasiones, y al despertar vuelve la realidad.


Vivir la emoción, mariposas revoloteando en tu interior al escuchar una bella canción que habla de amor.

Vivir en libertad, conocer, expresar, sentir, amar, luchar sin descaso por encontrar la verdad, la auténtica amistad.

Vivir la ilusión, de volverte a enamorar sin tener en cuenta la edad, ni el rumor de las voces de maldad.

Vivir la vida, con alegria hasta el final, pensar que las lágrimas  derramadas quedarón detras... La vida de cada uno de nosotros es¡¡¡Única!!!

viernes, 7 de enero de 2011

SIN ALIENTO

                                  
Los últimos rayos de luz del atardecer caían sobre las calles volviéndolas oscuras y silenciosas. Era casi la

hora de cerrar y la mujer del supermercado se disponía a hacer caja, pues la jornada ya había terminado.

Una chica rubia con unos apuntes en la mano entró en la tienda. Con gran nerviosismo e insistencia preguntó

a la cajera.

—Señora, señora, ¿me puede indicar dónde se encuentran los pañuelos de papel, por favor?

—El empleado se encuentra al final del pasillo, él se lo puede indicar—respondió la cajera con gesto amable.

No había terminado la frase cuando una luz cegadora de color violeta traspasó la puerta de entrada; la

irradiación traía envueltos a dos seres monstruosos de color verdoso, cabeza picuda, ojos saltones como

bolas de billar y grandes orejas que le colgaban hasta el suelo. La cajera quedó paralizada sin poder mover

un solo músculo de su cuerpo, observando aterrada cómo avanzaban por el pasillo central, haciendo un

ruido infernal como aullidos agonizantes. La chica y el empleado, ocultos tras el mostrador, no podían salir

de su asombro ante aquella macabra aparición. Quedaron inmóviles y aguantando la respiración para no ser vistos.

La joven, como pudo, sin hacer el más mínimo ruido sacó papel y lápiz e intentó plasmar la grotesca escena;

pensó que podría presentar aquel trabajo en su próximo examen de dibujo artístico.

Pasados unos minutos, la luz desapareció y con ella los dos seres deformes y espeluznantes que los habían

dejado terriblemente asustados