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lunes, 13 de diciembre de 2010

LA NAVIDAD


Duele la Navidad, cuando no tienes donde poderte cobijar...

Duele la Navidad, si no existe la paz para la humanidad y los hombres matan sin piedad.

Duele la Navidad, si no se pueden calentar y carecen del pan.

Pero duele más cuando no tienes a quien amar.

Por eso, y por muchas cosas más. ¿Verdad, que duele la Navidad?

viernes, 3 de diciembre de 2010

EL VELO DEL OLVIDO


Siente que los recuerdos se desvanecen. Grandes lagunas aparecen como la fina niebla que no deja ver el horizonte. Cada día se encuentra más y más atrapada, en este oscuro y desconocido mundo de confusión. María se esfuerza en recordar: cada cosa que ha hecho, o que tiene que hacer. A veces guarda el libro. Cuando va a leerlo no lo encuentra. Las llaves no están en el bolso, ¿Dónde las puso? se desespera si no están allí. Le aterroriza tener que recordar donde las ha guardo. Se avergüenza cuando alguien le dice. — Te lo dije ayer, y el velo se extiende como un muro infranqueable ante ella y no consigue recordar que era, ni de que se trataba. Se encuentra aterrada al pensar que con el paso del tiempo no recordará a sus hijos, nietos… sus seres más queridos.

María está ante el espejo, no se reconoce, un incoherente velo desdibuja su imagen. Y se pregunta angustiada con lágrimas en los ojos. ¿Quién soy yo?

domingo, 28 de noviembre de 2010

UN PASEO POR EL PARQUE


La semana anterior me encontré con ella en el parque. Llevaba a su hija pequeña de la mano. En su semblante se podía adivinar una gran tristeza.
Esa mañana descubrió un pequeño bulto en el pecho izquierdo. Me quedé mirándola como, queriendo encontrar sus más profundos pensamientos. Sus enormes ojos carentes de expresividad, su mirada ausente deja entrever la incógnita y el miedo a lo desconocido.
Hoy he vuelto a verla y percibo que algo en ella ha cambiado, algo importante y transcendente. Sólo hay que reparar en la forma de andar, en el regocijo de su cuerpo, ese movimiento de su pelo mecido por la brisa.
“Algo en ella ha cambiado,” pienso, pero no me atrevo a preguntar. No lo necesito, se la ve radiante…

jueves, 25 de noviembre de 2010

LA EMIGRACIÓN DE LA EMPERATRIZ

Relatos del libro  "Sonetos y arrullo de amor (poemario) - La reina mora (relatario)" Del Taller de Escritura Guadalfeo.En el que he participado con este relato.



En aquel tiempo, los inviernos eran duros y penosos. Recuerdo que un día nevaba intensamente en aquel cortijo de la Sierra de Granada. Mi madre comentó que no tenía nada para comer; ¿qué podía hacer yo?, ¡tenía tanta hambre! Pensé en ir a casa de mi abuela sin decir nada y pedirle harina para que mi madre cocinase unas migas. Eso hice. Cuando la abuela me vio aparecer, se echó las manos a la cabeza horrorizada.
— ¿Cómo?, ¿tu madre te ha dejado salir con este día de perros?
Yo estaba morada y tiritando. Era cierto que el cortijo no estaba muy lejos, pero no disponía de ropa suficiente para poder soportar tanto frío como el que congelaba el aire aquella mañana. Mi abuela, al verme, me apretó contra su pecho con infinito cariño y me puso al lado de la chimenea, que permanecía encendida desde la noche anterior.
Ella olía a pan recién horneado y puso frente a mí una taza de leche muy caliente con la que me recuperé en seguida. Cuando me encontré mejor, me cogió de la mano y me llevó a casa. Nos ayudaba con frecuencia: unas veces con prendas y otras con dinero, comida o jabón… pero siempre a espaldas de mi abuelo; a él no le gustaba esa generosidad, tal vez porque la consideraba excesiva o quizá por una de esas historias de desencuentros familiares que los niños nunca llegamos a conocer. El caso es que la abuela nos dejaba dinero en un pequeño sobre azul y otras muchas cosas de primera necesidad detrás de la puerta de la calle; al salir, las recogíamos. Así, mi madre podía alimentarnos cada día y mantenernos mínima mente vestidos.
El día que mi abuela marchaba a la capital, para visitar al médico o tramitar algún papeleo en el juzgado o en el ayuntamiento, tardaba todo el día en regresar. Los medios de transporte de aquella época eran muy escasos y deficientes: sólo pasaba el autobús una vez, por la mañana, y volvía por la noche. Mis hermanos pequeños y yo nos quedábamos en su casa para acompañar a mi abuelo. A la hora del almuerzo, nos preguntaba:
— ¿Queréis algo de comer?
— ¡Síiii! —respondíamos a coro.
— ¿Es que nunca estáis hartos? —rezongaba mi abuelo, con gesto huraño.
No nos dejaba tocar nada; todo le molestaba, nos reñía continuamente, sin motivo y sin razón; yo le trataba con mucho respeto y cariño, a pesar de que era tan refunfuñón. En el fondo, creo que se preocupaba de nosotros y nos quería muchísimo…
Cuando mi abuelo recogía la cosecha y llevaba trigo al molino, la abuela nos suministraba harina para que hiciésemos el pan. Mi madre lo amasaba y lo introducía en el horno de leña que se hallaba en un rincón del corral. ¡Estaba buenísimo!... Una vez, recuerdo que lo almacenó o escondió en el ropero, entre vestidos y trapos, para no fuese devorado todo el mismo día, cuando lo extrajo y lo sirvió, tenía fuerte y penetrante olor a alcanfor.
Mi madre trajo a este mundo doce hijos, que se dice pronto; era muy fuerte siempre la contemplo en mi memoria trabajando: cosía, lavaba... nunca estaba parada; las noches las pasaba en vela, tapando a unos y dando de mamar a otros. La recuerdo con una enorme barriga y con los pechos caídos hasta la cintura.
Cuando nació mi hermano Manuel, el último de los varones, mi hermana mayor decía que le daba vergüenza salir con ella a la calle, que ya era muy mayor para parir, que no trajese más hijos, que ya éramos muchos.
Una noche en la que el frío se colaba por las rendijas de la ventana, mi hermana Carmen tiraba de la gastada manta dejándome destapada; no me podía dormir. Entonces escuché cómo mis padres hablaban en voz baja para no despertarnos, pero, a medida que la conversación seguía, el tono de voz aumentaba y yo afiné el oído.
—Juan, ya no podemos aguantar más en el cortijo; los niños cada año que pasa son mayores. Dime, ¿qué porvenir les espera? —preguntaba mi madre con tono suplicante.
—Pero... ¿en qué trabajaré en la ciudad?; somos muchos, yo, no sé hacer otra cosa que trabajar la tierra y cuidar el ganado —objetaba mi padre muy alterado.
—Mi prima me ha escrito una carta, acaba de enviudar y no tiene hijos, tiene una carnicería en Motril en la calle Catalanes; dice que podemos trabajar con ella y entre todos sacar el negocio adelante.
—No sé, no sé, puede que tengas razón y estés en lo cierto —contestó mi padre, un poco más calmado, bajando el tono de voz.
Los muelles del somier crujieron… No se escuchaba nada, sólo unos suaves jadeos y cuchicheos y más tarde el viento golpeando los cristales de la puerta del corral. Aquella noche no pude dormir, no dejaba de pensar en lo que había oído comentar a mis padres.
Me asustaba un poco pensar que ya no podría jugar con Lucio al trompo, a "piola"… ni subir a lo alto de los árboles que bordean la carretera del pueblo cercano a coger hojas de las moreras para los gusanos de seda (tenía más de diez en una caja de zapatos, que me regaló mi abuela).
Pasado un tiempo, mi madre empezó con los preparativos para marcharnos a Motril. Era el año 1951. Por aquel entonces yo tenía diez años.
Por fin, una mañana muy temprano se preparó la marcha hacia la desconocida ciudad.
La despedida fue muy triste; mi abuelo permanecía estático, sin mover ni un sólo músculo de su cuerpo, parado delante del autobús; no parpadeaba, no se le fuese a escapar algún sollozo o lamento y lo viesen los vecinos, él, que era tan fuerte; en cambio, mi abuela suspiraba amargamente y lloraba sin consuelo mientras limpiaba las lágrimas con la punta del delantal de rayas grises.

Cuando nos detuvimos en la estación donde hacíamos trasbordo, mi padre extrajo todos los bártulos que transportábamos y los pasó al otro autobús. La noche estaba muy oscura, parecía que iba a llover de un momento a otro, pero no fue así; no cayó ni una gota. Nosotros, los más pequeños muy asustados, nos cogimos de la mano de mi madre para no perdernos. Recuerdo, ya en el autobús, que no hacíamos sino preguntar a mi madre: ¿Falta mucho para llegar? Al fin, el sol empezó a salir entre las altas montañas y vimos el mar a lo lejos. Nos quedamos "embobaos" mirando por la ventanilla. No habíamos visto nunca tanta agua junta.
Y así fue como empezamos una nueva etapa de nuestras vidas en Motril,
lejos de nuestra tierra con nuevas dificultades y no menos duras que
las anteriores, pero llenas de grandes esperanzas…
Creado por Maruja.

XVI CERTAMEN LITERARIO "PLAZA DE LA LIBERTAD"-MOTRIL 2010-- 2º PREMIO

jueves, 18 de noviembre de 2010

NUNCA ES TARDE

Relato integrante del Libro "No empieses nunca por una conjunción"   Taller de Escritura Guadalfeo
En el que he participado con este relato.


La primera vez que me fijé en la pantalla de un Ordenador, me pregunté: ¿Para que serviría este utensilio de frío y oscuro cristal donde a pesar de todo no puede funcionar sin que la mano del hombre se pose sobre él¿. Para mí es un objeto inútil y desconocido, como todo lo no descubierto anteriormente. No podía comprender ni por un momento lo equivocada que me encontraba en aquellos momentos ante mi gran ignorancia.
Una tarde triste y gris de los últimos días del mes de Enero, un fuerte viento golpeaba los cristales del salón con gran fuerza y violencia, lo cual hacía correr las espesas nubes, negras como la mismísima noche que se avecinaba.
Sentada en el sillón de rallas rojas y doradas tras el enorme ventanal, la mirada se perdía en el infinito, al mismo tiempo se veía el pueblo pequeño y blanco bajo las grandes hileras de altas montañas que lo rodeaban.
Mis pensamientos daban vueltas y mas vueltas como si fuera un enorme carrusel que girara y gira sin parar dentro de mi mente: cosas que he hecho, que no hice, y otras que aún me quedan por hacer.
Las emociones, sensaciones y sentimientos que no dejan de volar cuan negros nubarrones que corren sin parar hacia el horizonte de mi vida
Tan abstraída me encontraba dentro de mi mundo interior que no pude percibir el ruido chirriante de la llave en la cerradura de la puerta, cuándo él entró, con sigilo y se dirigió al sitio donde yo me encontraba, en el mas absoluto silencio, se inclinó dándome un suave baso en la mejilla con gran ternura. Fue lo que me hizo volver a la realidad, diciéndome: Rubia, el Lunes empiezan las clases de Informática…Casi no escuché, ¡vale! ¿Cuándo has dicho¿ repitió, el Lunes, y me han comentado que si quiero asistir tengo que ir por la mañana a primera hora, pues dicen que para el curso de iniciación hay pocas plazas.
Era la hora de la cena, con desgana me dispuse a poner la comida en la mesa, mientras me repetía una y otra vez: Que hacer, que podía aprender y conocer a mis casi SETENTA AÑOS de aquél aparato el cual no entendía ni significaba nada para mí. Él me miraba pensativo entre plato y plato como queriendo adivinar mis mas íntimos y desconocidos sentimientos.
Cuándo me levanté a la mañana siguiente me dispuse presurosa a poner manos a la “obra”, y sin pensarlo dos veces me puse el pantalón negro y el suéter rojo del cuello vuelto, pues la verdad es que hacia bastante frió esta mañana des mas de Enero. Sin prisa me dirigí al Centro donde se impartían las clases, subí las empinadas escaleras del recinto casi sin darme cuanta, donde mis torpes y cansadas piernas quisieron llevarme; de pronto me encontré en una sala enorme, en la que en aquellos momentos no se encontraba nadie. Miré con suma curiosidad respiraba en la sala alrededor buscando al Profesor, pero no se encontraba en la sala. El ambiente que se respiraba era tranquilo y acogedor, las mesas de color verde y alargadas, con un Ordenador en cada una de ellas, las sillas tapizadas de un intenso azul, las cortinas muy tupidas del mismo tono, por donde apenas dejaban pasar un tenue rayo de luz.
Me sobresalté al escuchar una voz a mis espaldas que repetía con insistencia ¿Señora que deseaba, ¿ Por favor quería informarme si aún quedan plazas para el curso de informática que empieza el Lunes, -Sí una queda libre- respondió el hombre alto y delgado de ojos pequeños y vivarachos, que me miraba tras sus gruesas y enormes gafas que tendrían mas de veinte dioptrías… o mas. De acuerdo señora hasta el Lunes próximo Dios mediante, ¿A que hora empiezan las clases, a las diez, por favor no llegue tarde le respondió el profesor.
Al salir del centro, me sentí como una niña con zapatos nuevos, no como la mujer adulta que no ha tenido los medios necesarios para prepararse para la vida cultural e intelectual.
Mi mente ya es mayor, pero mi espíritu joven, creo que nunca es tarde para recuperar el tiempo perdido; pues siempre he tenido curiosidad por todo lo desconocido.
Del curso recuerdo el primer día de clase, en esa sala con un silencio sepulcral que me rodeaba y a la vez deseando de todo corazón que alguien llegase, solo a lo lejos se podía escuchar el murmullo de voces y pasos, por el estrecho pasillo que conducía a la sala donde yo esperaba impaciente, por fin comenzaron a entrar una tras otra, un suave olor a Heno de Previa inundó el recinto- todas eran mujeres a acepción del profesor- insisto- con sus enormes gafas y delgadez. Nos fuimos presentando una a una, con sus correspondientes nombres y edad (Debo decir qué me enorgullecí al comprobar que era la mayor de toda la clase).
Ya, entada delante del Ordenador, me sentí terriblemente sola y nerviosa, con la boca seca y un sabor amargo. Nada mas comenzar el profesor la clase aliviada, comprendí que no era para tanto, que poco a poco lo podía conseguir si ponía todo mi empeño y esfuerzo.
He terminado el curso, me siento afortunada por haber despertado en mi la curiosidad de poder saber lo que podía estar escondido detrás de esa pequeña pantalla, la cual ya no me parece fría e inútil.
En esta edad avanzada de mi vida, me encuentro ante un mundo inmenso y desconocido ante mí. Donde puedo buscar, encontrar y a su vez conocer todo aquello que quiero y necesito. He podido comprobar a mis años, que las nuevas tecnologías son un gran descubrimiento para el desarrollo y bienestar de la Humanidad.
Mis migas y conocidas, se sorprenden de que tenga tanto interés por conocer cosas nuevas, pues dicen que a mis años para que me van a servir. Yo se que para mí es gratificante, y a la vez me hace sentir una gran ilusión conmigo misma, ya que el Ordenador me ha hecho salir del aburrimiento, tristeza y soledad de esos días de Invierno. Hoy me siento feliz y afortunada de haber hecho ese magnifico cuso.

XII CERTAMEN LITERARIO "PLAZA DE LA LIBERTAD"-MOTRIL 2006 1º PREMIO


lunes, 15 de noviembre de 2010

ELLOS SON...


Ellos pueden abrir los corazones con la llave de la sabiduría, cariño, comprensión y paciencia.
Ellos no piden nada, solo necesitan ternura de hijos, nietos, amigos e incluso de vecinos que son los que escuchan cuando hablan de sus temores, enfermedad y de su cercana muerte.
Ellos no se sienten caducos ni obsoletos, están vivos, lloran cuando nadie los pude ver, para que los suyos no sufran y ríen aunque estén tristes cuando juegan con los nietos.
Ellos, cada día se despiertan con una nueva ilusión para no estar estancados y adormilados todo el día; hacen gimnasia, informática, pasean y cuando la economía se lo permite, inclusive van a ver alguna obra de teatro.
Esto son los ellos del 2010: mayores, pero no viejos.

martes, 9 de noviembre de 2010

DON RAMIRO


Don Ramiro había vivido desde pequeño en aquel pueblo perdido entre altas y oscuras montañas; sólo salió de él para poder estudiar la carrera que más le gustaba, medicina. En cuanto le fue posible regresó a buscar sus raíces y estar cerca de los suyos. Su profesión le había dado la oportunidad de estar siempre en contacto con cada uno de ellos. Todos le respetaban: tanto niños como mayores, por su buen hacer y sus desvelos constantes.

Destacaban en él, tras sus gafas “de culo de vaso”, unos minúsculos y vivarachos ojillos azules. Caminaba erecto, siempre impecable, con un ridículo traje gris de alpaca y un chaleco muy ajustado con grandes rayas. La corbata negra mal anudada que parecía salir corriendo, y escapar de su consumido cuello. En uno de los bolsillos del chaleco un singular reloj de larga cadena plateada que siempre llevaba consigo.

Aquella tarde del mes de noviembre, después de pensarlo mucho, decidió ir al cementerio para visitar la tumba de su querida esposa. Se encontraba abatido y exhausto después de tan larga caminata; como el guerrero que ha perdido la batalla, se sentó en un pequeño banco de madera, y con gesto dolorido enlazó las manos sobre su maltrecho corazón. Todo se encontraba en el más absoluto silencio, roto a veces por el cimbrear de los árboles casi desnudos y el oscilar de las hojas muertas sobre la fría tierra del campo santo.

No conseguía recordarla por más que lo intentaba, ella se había difuminado en su mente. ¿Cómo era?, ¿Cómo se llamaba?, se preguntaba, una y otra vez sin conseguir recordar.

Cuando iba hacia su casa se quitó los anteojos para limpiar los vidrios empañados, casi no lo dejaban ver el camino; no, no eran los cristales… un torrente de lágrimas brotaba de sus cansados ojos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

EL SUEÑO DE UNA MONJA


Se sentía muy cansada, había tenido un día agotador de idas y venidas por los largos pasillos del convento. El sol agonizaba a esa hora de la tarde; ya ninguna de las hermanas deambulaba por los recovecos del convento. Todas se hallan recogidas en sus celdas. La pequeña celda se encuentra silenciosa, en penumbras, iluminada por un escaso rayo de luz que entra por las rendijas de la estrecha ventana que se posa sobre crucifijo de madera, que preside el oscuro cabecero de la cama. Tiritando de frío, se pone el ajado camisón de muselina morena.
Arrodillada: a los pies de su cama reza con devoción sus oraciones nocturnas. De un salto se mete en el estrecho catre y tan solo unos minutos más tarde se queda profundamente dormida.
Despacio y sin hacer el más mínimo ruido abre la puerta de la celda y sale al jardín del convento, está sola, rodeada de altos muros de piedra rojiza, que se le vienen encima aplastándola por las sombras de la noche. No podía correr; sus plantas parecían estar atornilladas al áspero suelo, un sudor frío le cala hasta lo más profundo de sus jóvenes huesos. El largo camisón de muselina se pega a sus húmedos muslos como una lapa, frenando la angustiosa huida.
Sin pensarlo, de un tirón se despoja del húmedo camisón y corre despavorida por entre los altos árboles y frondosos arbustos que rodean el tétrico jardín.
Una lejana y melodiosa voz llega a sus oídos desconcertándola: “Elena, Elena. Era él, que se acerca cauteloso hasta ella. Puede escuchar su jadeante respiración pegada a su oído y el acelerado galopar de su corazón. Se siente sin fuerzas abandonada a su suerte, unas fuertes manos acarician su inmaculado cuerpo y sus desnudos pechos. El tiempo se detiene por unos instantes… una salvaje y depravada pasión recorre todos los sentidos de la joven. La vida es un sueño. Si te despiertas cierra los ojos y vuelve a soñar.

lunes, 1 de noviembre de 2010

AQUELLA TARDE


No se podía estar dentro de la casa, me asfixiaba, así que me eché un poco de agua en la cara y me dirigí hasta a la plaza para poder tomar un poco el fresco bajo la sombra de los árboles. Vi llegar al cura del pueblo detrás de los postigos rojinegros. El sol caía a plomo; Caminaba tambaleándose, sus pequeños ojillos azules enrojecidos y la mirada perdida en el horizonte como una barca a la deriva.
No hacía mucho que lo habían destinado, así que era un desconocido entre los feligreses de la comarca. Me sorprendió que el sacerdote estuviese allí, a esa hora de la tarde con tanto calor.
Una mujer muy mayor vestida de negro con un pequeño moño en la nuca se sentó a mi lado. Yo me hallaba aletargada. La mujer se mantuvo en silencio unos minutos. Más, de pronto, dirigiendo la mirada hacia mí y elevando la voz, preguntó, curiosa, con intención maligna y malsana:
— ¡Está borracho!, ¿verdad? —su voz retumbó en mis oídos como un proyectil, que va directo al objetivo.
Clavé la mirada en su oscuro y arrugado rostro, con rabia por lo que acababa de oír.
— ¿Cómo puede usted hablar sin saber, señora? —le respondí furiosa.
— El padre ha estado muy enfermo, en comunión con la muerte, hace solo unos días ha pasado por el duro trance de enterrar a su madre.

miércoles, 27 de octubre de 2010

“DURA DECISIÓN”



Sentada en el arcaico banco de madera desgajada en medio de un silencio sepulcral, donde sólo podía oír el exiguo tic- tic del reloj que cuelga de la maltratada pared, presidiendo el desolado e inhóspito andén…

En sólo unos minutos todo cambió a su alrededor, pasó de la extrema calma al griterío de los cientos de pasajeros que alborotados corrían de un lado para otro, intentado abordar el tren lo antes posible para no quedarse en tierra, y ser conducidos a la gran ciudad…

No quería montar en aquel tren. No, no quería subir a aquel tren de madera ennegrecida, que como un mausoleo permanece estático frente a ella incitándola a subir sin compasión.
Abatida y sin fuerzas se sentó al final del departamento al lado de la pequeña ventana de madera. Un olor a trapo húmedo le hizo retornar a otra época de su vida, cuando de pequeña viajaba en compañía de su madre en un tren similar. Ella se había marchado, sí, para siempre, sólo permanecían los inolvidables e imborrables recuerdos de una infancia feliz, colmada de juegos y risas. Nunca más volvería a vivir aquellos momentos de felicidad…

Pegó su tersa mejilla sobre el frío cristal de la ventanilla, y observó tras el empañado vidrio como una granizada de largas hormigas azotaban furiosas contra el cristal, tintineando como un carillón en su oído. Los raíles al contacto con las ruedas, expulsan chispas estridentes y luminosas sugiriendo una gran fiesta de “Fin de Año” Pero nada más lejos para ella en aquellos momentos de angustia y desolación.

Lloraba sin consuelo: acunada por el rumor de la locomotora, y el zarandeo las ramas de los árboles que se encuentran alineados cerca de las vías. El tren ajeno e implacable a cualquier sentimiento, sigue su marcha sin piedad…

miércoles, 20 de octubre de 2010

EL TEATRO DE LAVIDA


Hay días que represento comedia: me rió, otras tragedias, entonces lloro y me quedo estática observando como el resto de actores hacen su magnífico papel. Reconozco cómo me ignoro a mi misma. Veo pasar la vida sin vivirla, ni participar en ella. Cierro los ojos y cuando los abro, los actores secundarios no están, el telón baja despacio para poner fin a la representación de hoy. Las butacas están vacías, las luces apagadas. Mañana tendremos otra función.
La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso canta, ríe, llora, baila y vive intensamente cada momento de tu vida… antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos.

jueves, 14 de octubre de 2010

LA ESCAPADA DE ANA


Los días pasaban lentos, uno tras otro, sin que nunca sucediese nada que perturbara la vida de Ana. Vivía en el mismo pueblo en el que había nació hacía treinta y tantos años. Cada día sentía con más fuerza que se ahogaba, sí, se ahogaba entre aquellas calles: estrechas, húmedas y oscuras, en las que al desplomarse la noche, el reloj se para y un profundo mutismo las atrapaba sin piedad.
Desde hacía mucho tiempo una idea rondaba por la cabeza de Ana. Tenía que hacer algo que la desatara de aquel lugar, se sentía prisionera, necesitaba huir sólo por unos días, unos días de libertad. Aquella mañana salió a la calle; caminó triste y desanimada, se dio la vuelta y caminó hacia la casa. Al llegar, se dirigió a la cocina y preparó una deliciosa taza de café, muy caliente. Con ella aun en la mano, se sentó delante del ordenador. Pensó, que aún era pronto para empezar las aburridas tareas de cada día.
La habitación se encuentra en penumbras; por las rendijas de la ventana entra una suave brisa que acuna los trasparentes visillos de seda. Despacio, con infinita desgana, enciende la pequeña y oscura pantalla del ordenador.
¡NUEVA YORK! Esa grandiosa ciudad se muestra ante sus asombrados ojos, mostrándole una descomunal avenida por la que pasan a gran velocidad multitud de taxis amarillos, que expulsan estelas de humo negro; titánicos edificios cubiertos de letreros luminosos de brillante colorido. A un lado de la avenida, en una desgajada escalera, está sentado un hombre de color, que sostiene con afán entre sus deterioradas manos una reluciente trompeta por la que deja escapar sin temor, unos suaves y armoniosos acordes en libertad…

viernes, 1 de octubre de 2010

¿Quién es tu mamá?


He querido compartirlo con todas las mamás.
¿Quién es tu mamá?
-Mi mamá es esa señora que lleva en el bolso un pañuelo con mis mocos, un paquete de toallitas, un chupete y un pañal de emergencia...
-Mamá es ese cohete tan rápido que va por casa disparado y que está en todas partes al mismo tiempo...
-Mamá es esa malabarista que pone lavadoras con el abrigo puesto mientras
le abre la puerta al perro con la otra, sosteniendo el correo con la barbilla y apartándome del cubo de basura con el pie...
-Mamá es esa maga que puede hacer desaparecer lágrimas con un beso...
-Mamá es esa forzuda capaz de coger en un solo brazo mis 15 kilos
mientras con el otro entra el carro lleno de compra...
-Mamá es esa campeona de atletismo capaz de llegar en décimas de segundo
de 0 a 100 para evitar que me descuerne por las escaleras...
-Mamá es esa heroína que vence siempre a mis pesadillas con una caricia...
-Mamá es ese cuentacuentos que lee e inventa las historias más divertidas sólo para mí...
-Mamá es esa cheff que es capaz de hacerme una cena riquísima con dos tonterías que quedaban en la nevera porque se le olvidó comprar, aunque se quede ella sin cena...
-Mamá es ese médico que sabe con sólo mirarme si tengo fiebre, cuánta, y lo que tiene que hacer...
-Mamá es esa economista capaz de ponerse la ropa de hace cientos de años para que yo vaya bien guapo...
-Mamá es esa cantante que todas las noches canta la canción más dulce mientras me acuna un ratito...
-Mamá es esa payasa que hace que me tronche de risa con solo mover la cara
-Mamá es esa sonámbula que puede levantarse dormida a las 4 de la mañana, mirar si me he hecho pis, cambiarme el pañal, darme jarabe para la tos, un poco de agua, ponerme el chupete, todo a oscuras y sin despertarse...
¿La ves? Es aquélla, la más guapa, la que sonríe...!

martes, 28 de septiembre de 2010

CARTA PARA UN AMIGO


"Copiado de una amiga"

Si muero antes que tú, hazme un favor:
Llora cuanto quieras, pero no te enojes con Dios por haberme llevado.
Si no quieres llorar, no llores.
Si no logras llorar no te preocupes.
Si quieres reír, ríe.
Si algunos amigos te cuentan algo de mí,
óyelos y cree lo que digan.
Si me elogian demasiado, corrige la exageración.
Si me critican demasiado, defiéndeme.
Si quieren hacerme un santo, sólo porque he muerto,
di que yo tenía algo de santo, pero estaba lejos de ser el santo que pintan.
Si quieren hacerme un demonio, muestra que yo tal vez tuve algo de demonio,pero toda la vida procuré ser bueno y buen amigo.
Si intentan canonizarme di que yo nunca quise ser incensado en vida.
Si hablan más de mí que de Cristo llámales la atención.
Si sientes tristeza y deseas rezar por mí puedes hacerlo, pues quizá necesite tu oración. Si quieres hablar conmigo, habla con Jesús y yo lo escucharé.
Espero estar con Él lo suficiente,para continuar siendo útil para ti donde estés.
Y si quieres escribir algo sobre mí, di sólo una frase:
¡Fue amigo, creyó en mí y me quiso para Dios!
¡Era una flecha que vivía apuntando en dirección a Dios!
Ahí, entonces, derrama una lágrima.
Yo no estaré presente para enjugarla,pero no hace falta, pues otros amigos lo harán en mi lugar.
Y viéndome bien sustituido, iré a atender mi nueva tarea en el Cielo.
Pero de vez en cuando, da una escapadita hacia Dios; no me verás, pero yo estaré muy feliz viéndote a ti mirar hacia El.
Y cuando llegue para ti la hora de ir a ver al Padre, ahí donde nadie puede separarnos, viviremos la amistad que aquí nos preparó para El.
¿Crees en estas cosas?
Entonces, reza para que vivamos como quien sabe que va a morir un día y que muramos como quien supo vivir bien.
La amistad sólo tiene sentido si hace el cielo más cercano y si aquí inaugura su comienzo.
Ser tu amigo, ya era un pedazo de Cielo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

MALDITA NOCHE



Quedó, como todos los días, con su amiga Marta para ir a hacer footing por el paseo que va del pueblo hasta la playa. La estuvo esperando más de una hora, pero fue inútil, no acudió a la cita, así que se dispuso a emprender la marcha, con pereza y desgana; no le gustaba ir sola a esa hora de la tarde. El paseo se encontraba desierto, silencioso, sólo el revoloteo de los pájaros entre los árboles rompía el mutismo, los débiles rayos del sol del atardecer caían apagados envolviendo con su tenue luz los cañaverales; como rejas de una cárcel que se alinean a uno y otro del paseo, los bancos de madera estáticos, recién pintados de blanco, incitando al descanso al caminante. El aire era calentón a esa hora de la tarde del mes de septiembre, la brisa le lamía la piel como la lengua rasposa de un gato; corría, corría, sin parar, percibiendo cómo los tenis golpeaban el firme suelo del paseo.
Sentía que alguien corría tras ella, al mismo ritmo; intuía que podía ser su amiga Marta, que al no encontrarla en el lugar acordado, había salido a ver si la veía. Se encontraba tan cerca, tan cerca que podía escuchar su respiración jadeante pegada a su oído.
Se paró bruscamente: ¡No, no era ella!, algo metálico y frío le apuntaba en la espalda. Se encontraba paralizada y aterrorizada, al advertir el pinchazo del frío metal cada vez con más fuerza. Sentía el calor de unas gotas de sangre deslizarse por su espalda.

No paraba de blasfemar mientras la insultaba y gritaba sin parar. De prisa, de prisa, entra en el cañaveral. No tuvo tiempo de reaccionar, muy asustada obedeció la orden sin rechistar, temblando de miedo como un “corderillo que no tiene escapatoria”. De un fuerte empujón cayó al suelo, cubierto por el fango y rodeada por las altas cañas: se sintió morir, le tapó la cabeza con un apestoso trapo y siguió apuntándole con el cuello, quedó paralizada por unos momentos, no podía articular una sola palabra, sentía la boca seca y con un sabor amargo como la hiel. El cuerpo del hombre mojado por el sudor que manaba de su cuerpo de hipopótamo, se apretaba contra ella: mojándole, pechos, muslos y vientre. Luchó desesperadamente con las manos, las piernas, y con todo su ser, intentó librarse de él con todas sus fuerzas pero fue inútil, no dejaba ni por un instante de apuntarla con el frío metal.

Por unos segundos separó el pesado y pegajoso cuerpo de ella y con gran dificultad logró liberarse de él, e intentó levantarse, pero volvió a caer en el blando suelo; se arrastró sin apenas fuerzas hasta poder llegar al solitario paseo. En cuanto se pudo rehacer, corrió despavorida: mojada, sucia, dolorida y terriblemente asustada. Cubierta por las tenebrosas sombras de la noche.

Dentro de ella guardará para siempre grabado a fuego en su piel, el terror de aquella horrible noche del mes de Septiembre.


sábado, 18 de septiembre de 2010

LA MEDALLA




No me digas que me quite esta vieja medalla, la que mi madre guardó durante años; viéndola, la recuerdo a ella, lo que una noche fría de invierno me dijo entre jadeos rotos.

—Ya me voy de este mundo inhóspito e ingrato, las piernas ya no resisten, mis cabellos están blancos, el corazón tengo roto, por muy hondos desengaños. Me voy, y sólo te dejo esta pobre y desgastada medalla, la que guardé con amor entre mis callados llantos.

No me digas que me quite, la medalla de mi madre.

EL BLOG


GRACIAS POR VUESTROS COMENTARIOS.

domingo, 12 de septiembre de 2010

MADRE



Hoy madre he vuelto a recordar.
Que el regalo más hermoso que una madre da: amor, ternura…
Una madre siempre espera tu regreso, nunca se cansa de esperar.
Hoy madre he vuelto a recordar, que el tiempo me alejó de ti sin piedad.
Cuantas cosas dije, y no dije… madre antes de marchar.
Hoy he vuelto al hogar donde tú ya no estás, tus besos, caricias…y tú forma de amar.
Que sólo yo puedo recordar.
A mí madre, a ese estrella que nunca se va apagar.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA CIDAD DE LA LUZ




Sevilla es la ciudad de los Imperios (el romano, el español…como un modelo a imitar. ¡ES ÚNICA!
Sevilla posee un importante patrimonio cultural y artístico el que podemos diferencial edificios de distintas categorías: palacios, casas palacios, hospitales, universidad…Es una de las ciudades de Andalucía con más iglesias y conventos. Debemos destacar los museos y sus puentes que tanto la caracterizan.
Sevilla es una ciudad de contrastes, sobre todo es una ciudad ideal: no tienes más que visitar el típico barrio de Santa Cruz en primavera, pasear por sus estrechas calles y contemplar con deleite los frondosos naranjos en flor, y llenar los sentidos con su fragancia.

Ay, calles de Sevilla,
y abril que canta
en azahares verdes
con flores blancas.

jueves, 2 de septiembre de 2010

LOS CALCETÍNES VERDES


“María ha perdido unos calcetines verde” no lo encuentra en ninguna
parte, los ha buscado debajo de la cama, en la lavadora y en el
congelador del frigorífico, ¿Dónde puede haber ido lo dichosos
calcetines? se pregunta María, angustiada.
Tiene que llevar la ropa limpia a su señora, esta tarde, y no sabe cómo se lo explicará para que no se enoje, eran sus calcetines preferidos. Se pondrá furiosa cuando lo sepa, se los trajo el señorito Ramón cuando volvió de China.
María no lo piensa dos veces, coge unos calcetines verdes de su hijo pequeño los dobla cuidadosamente y los coloca en la bolsa de la ropa limpia.
Al llegar, la señora revisa la ropa.
—María, que les ha pasado a mis calcetines verdes? —pregunta la mujer muy alterada.
—No sé señora, habrán encogido un poco— responde María, poniendo cara de asombro.

martes, 31 de agosto de 2010

AMIGO “BAMBINO”



Miguel Vargas Jiménez “Bambino”, también conocido como “Chamona” en aquella época. Fue el máximo exponente de la canción flamenca por rumbas, además de ser un gitano universal que paseó por todo mundo el nombre de Utrera.
Yo aprendí a coser al lado de su casa, en la calle Larga detrás del “mercado de abastos”.
Después de cinco décadas aun recuerdo con cariño su peculiar forma de hablar, sus ocurrentes y divertidos chites, que tato nos hacían reír a las niñas del taller.
Me siento orgullosa de haber sido unas de sus amigas de juventud. ¡Descasa en paz! amigo Miguel.

jueves, 26 de agosto de 2010

UN VIAJE CON MALA PATA



Había pasado el invierno pensando y preparando mi estancia en ese magnífico balneario, y por fin llegó el gran día, fue en el mes de agosto. Al llegar me pareció un lugar encantado, un pequeño pueblo, con grandes patios y cubiertos por enormes árboles que cubrían con su sombra, sillones de mimbre con altos respaldos, y a uno y otro del paseo, cómodos bancos de madera pintados de verde, el suelo, de ladrillos rojos brillante le daban un toque señorial.
Ya en la habitación, coloqué las cosas y bajé al comedor ¡Era enorme! muy lujoso, los camareros llevaban uniforme, eran sumamente atentos y educados.
Por la tarde, después de haber descansado de tan largo viaje empezó a caer la tarde, me puse mis mejores galas y decidí conocer tan bello lugar. Me senté en uno los bancos del paseo para contemplar la belleza que se hallaba a mí alrededor, fuentes naturales de aguas cristalinas. Me encontraba sumergida en la contemplación de tanta belleza, cuando, de pronto, un fuerte picotazo en la pierna izquierda me hizo volver a la realidad. Miré para ver quien había sido el intruso, un pequeño y maligno insecto aferraba con ahinco su aguijón a mi pierna.
Al día siguiente, tenía la pierna hinchada “como la pata de un enorme jamón”
El médico del balneario, al ver mi pierna, dijo:
—Unos días sin hacer el tratamiento, nada de baños—. No me lo podía creer, con la ilusión que había puestos en aquel tratamiento que decían que era tan bueno para la artrosis!
Pasados cuatro días, ya las picaduras estaban mejor y pensé: seguro que mañana ya puedo empezar los baños. A la mañana siguiente, salgo al pasillo y me resbalo. ¡¡¡¡¡MALDICIÓN¡¡¡¡¡ caigo al suelo y me disloco la misma pierna.
Han pasado quince días desde que volví del viaje, y aun me duele y permanece vendada.
Nunca mejor el dicho, Un viaje con mala pata.

domingo, 25 de julio de 2010

FALSA ALARMA



En la media tarde del día de hoy, una mochila abandonada hizo saltar las
alarmas en los cuerpos de seguridad de la Policía Nacional y Policía Local
de Motril.

Sobre las cinco y media de la tarde las fuerzas de seguridad fueron
alertadas de la existencia de una mochila abandonada a la salida de uno de
los accesos del aparcamiento público de la Plaza de La Aurora, en las
inmediaciones de una conocida entidad de crédito.

La mochila, despertó algún tipo de sospechas en los miembros de la
policía, que les hizo encontrarla potencialmente sospechosa, debatiendo
entre ellos sobre las medidas posibles medidas a adoptar

Después de un cierto debate, decidieron establecer una zona de seguridad alrededor de la mochila, iniciándose el acordonado de la zona.
Entretanto los viandantes curiosos merodeaban por los alrededores.

jueves, 22 de julio de 2010

“EL MEJOR REGALO”

Relato del libro " Copos de nieve" Del taller de escritura Creativa en el que he participado con este relato. 

La noche se presentaba serena y tranquila para emprender la difícil travesía, ni la más mínima presencia de algún fenómeno que pudiese perturbar la magna quietud nocturna. En el cielo, negras nubes defectuosas, techaban el extenso e inalterable mar en calma.
Muy despacio, en silencio y aturdida, Waris subió al cayuco, se sentó en la fría y dura tabla de madera desgajada, pasó sus manos por su ensortijado cabello y levantó el cuello del deteriorado chándal por encima de las orejas; con fuerza apretó contra su pecho la bolsa blanca de plástico que sostenía entre sus maltratadas manos, para intentar alejar el intenso frío que le calaba hasta lo más profundo de sus jóvenes huesos.
No sabía muy bien hacia donde se dirigía… lo importante era salir, salir de Angola, de aquel país áspero y ruin en el que no se podía vivir en paz.
Unas lágrimas de tristeza y desconsuelo rodaron por las negras mejillas de Waris, al pensar en lo mucho que dejaba tras de sí… Los alegres y satisfactorios años pasados en la universidad, donde conoció el amor puro y verdadero, su gran amor, un loco idealista al que ella amaba con toda su alma, el cual, pensaba que podía cambiar su país y tener una vida digna donde todos viviesen en paz y por lo que luchó sin tregua, hasta perder la vida en el empeño.
Miró a su alrededor, los compañeros de viaje mantenían un mutismo sepulcral manteniéndose apilados unos contra otros en su agonía, algunos aun demasiado jóvenes para exponerse a tan peligrosa aventura.

No podía ver nada, todo era oscuridad y silencio; sólo podía percibir débilmente el chapoteo del agua golpeando la débil embarcación.
Al llegar el cayuco a tierra, bajó precipitadamente. Corrió despavorida sin mirar hacia atrás en ningún momento, entre las dunas del espeso pinar siguiendo la dirección de las luces que con destellos de colores le anunciaban la presencia de LA NAVIDAD y le indicaban el final de su ansiado y anhelado destino.
Se sentía perdida en medio de la gran ciudad, cansada y confundida entre el murmullo y el bullicio de los miles de viandantes que a esa hora de la noche deambulaban sin rumbo de un lado para otro: millares de escaparates lucían ostentosos objetos de deseo, inaccesibles para ella. Desfallecida por el hambre y el cansancio, se sentó en un banco y cerró lo ojos unos instantes.
— ¡Hola! , ¿Qué te pasa?. Waris abrió los ojos sobresaltada al ver ante ella aquel niño flaco y desvalido de carita blanquecina y profundas ojeras, que cubría su pequeña cabeza con un gorro de rayas blancas y rojas:
— ¿Cómo te llamas, donde vives? le preguntó el niño con evidente curiosidad.
—Vengo de un país muy lejano y tremendamente pobre…El niño la miró perplejo.
—Yo he estado mucho tiempo en el hospital, sí, muy malito, se me ha caído todo el pelo de la cabeza y de otras partes del cuerpo, por eso llevo este ridículo gorro. Waris lo observaba expectante, pensando cuanto habría sufrido aquel ser tan pequeño y desvalido.

—Pedí un regalo a los Reyes, un regalo especial y me lo han concedido—Waris levantó la mano y con suma ternura acarició su empalidecida carita.
— Ha sido el mejor regalo de toda mi vida, no tendré que volver más a ese horrible lugar— Ella lo escuchaba atónita sin poder comprender lo que le estaba pasando…
—Quiero que vengas a mi casa conmigo; mi madre se pondrá muy contenta, repetía con insistencia una y otra vez. Waris emocionada se levantó, cogió la pequeña mano entre las suya y los dos se perdieron por el mágico paseo entre la multitud.

miércoles, 21 de julio de 2010

LAS ROSAS


LAS ROSAS SON ROSA
LAS HOJAS SON VERDE,
EL CARIÑO
DE UNA MADRE
NUNCA SE PIERDE

lunes, 12 de julio de 2010

SOL Y PLAYA


El fuerte e implacable sol de verano vierte sus rayos sobre mi cuerpo
semidesnudo al pasear por la inhóspita playas, descubro cómo el “astro rey” se apodera de mí y me atrapa sin piedad…

Percibo el crujir de la arena ardiente bajo mis pies descalzos, fuego
abrasador que emana de las profundas entrañas de la tierra y quema
mis plantas desnudas, agrietadas y doloridas.

En tanto, una leve brisa levanta la fina y dorada arena creando el ir y venir sin tregua de ondas leves que acarician la orilla de seda.

domingo, 11 de julio de 2010

“UN DÍA DE PLAYA”


Eran las dos de la tarde, habíamos terminado de comer: los gemelos se encontraban inquietos y muy alterados por el bochorno que hacía debajo del cañaveral del chiringuito. Corrían de un lado a otro, arrastrando las sillas, subiendo y bajando de ellas. En tal atropello Javier, el más travieso, se cayó al suelo, dándose un fuerte golpe en la cabeza. Estaban embadurnados de arena fina y muy colorados.
Yo observaba a Sebastián: el cigarrillo entraba y salía de su boca cómo si fuese el último de su vida. De pronto: dio un salto y arrastró la silla hacia atrás con violencia.
— Ahora mismo nos vamos— dijo furioso levantando la voz.
—Tengo que duchar a los niños antes de ponernos en camino—murmuré tímidamente.
—No hay ni una sola ducha por estos parajes. ¿Es que no lo ves?—me increpó, metiendo las sillas, la nevera y la bolsa de las toallas en el maletero del coche.
Le supliqué, le rogué, que esperásemos en la playa al lado del agua hasta que hiciese menos calor, pero fue inútil, ya había tomado una dicción y no había vuelta atrás. Miré a mi alrededor, no había nada en aquél despoblado lugar, no se veía a nadie por ninguna parte, sólo se podía escuchar el fastidioso cantar de los grillos sin interrupción, y el aplastante e implacable sol cayendo sobre nuestros cuerpos semidesnudos. Los niños sentados en la acera lloraban desconsolados, se habían achicharrado, no querían entrar en el coche por más que yo lo intentaba. El coche, a esa hora de la tarde quemaba como la lava de un volcán. Los niños sentados en el asiento trasero se encontraban sudorosos, aletargados… cómo “cochinillos en el horno”.
Daniel, de pronto empezó a llorar, un pestilente olor nos envolvió a todos. No podía ser cierto que lo hubiese hecho otra vez. Paramos el coche a la orillas de un pequeño riachuelo y lo limpié como pude. Y continuamos la marcha hasta nuestro destino.
—Mamá, mamá, tengo mucha sed, —repetía Javier una y otra vez sin dejar de llorar.
El agua que teníamos en coche era poca y estaba muy caliente, cogí la botella del suelo me giré y alargué la mano, el chiquillo al cogerla dio un grito de dolor.
Yo me sentía furiosa con él, estaba a punto de llorar por el mal rato que estaban pasando los chiquillos, él no hacia el más mínimo esfuerzo para remediarlo.
Habíamos recorrido unos kilómetros que se hicieron interminables, cuando nos encontrábamos entre las paradisíacas playas de los Caños de Meca y Vejer de la Frontera y sin saber el porqué se formó un descomunal atasco, coches de todos los colores y tamaño, pegados unos a otros cómo las lapas a las rocas. Era imposible avanzar ni un solo metro por la estrecha carretera.
Los conductores impacientes y malhumorados hacían sonar los claxon con insistencia, produciendo un ruido ensordecedor: unos se bajaban del coche sin camisa empapados por el sudor, otros con las manos en alto maldecían sin cesar clamando al cielo intentando ver que había pasado delante de la interminable hilera de coches. La mayoría de los vehículos cargados con utensilios de playa, personas mayores y niños que asomaban sus cabezas por las ventanillas. No sabíamos cómo salir de aquel infierno. Por fin, llegó la policía haciendo sonar las sirenas con insistencia, los agentes se situaron a uno y otro lado de la carretea y así lograron poner orden en semejante caos. Después de pasar infinidad de adversidades de todo tipo conseguimos llegar a nuestro pueblo, Motril, deshecho y agotado tras el fatídico viaje el que nunca podré olvidar.

martes, 6 de julio de 2010

EL SILENCIO



Es una buena hora; pienso que es la mejor de todo el día.

Los niños no han vuelto aún del colegio, con sus gritos y jugueteos.

La lavadora ya no ruge como un monstruo encadenado, todo permanece estático.

No se oye el golpear del agua dentro del lavavajillas.

Todo se encuentra en el más absoluto silencio.

Creo que es la mejor hora… para ponerme a escribir.

sábado, 3 de julio de 2010

DESENLACE FATAL


El sol aún no había salido tras las altas montañas que rodean el
pueblo aquella mañana de primavera, cuando sonó el timbre de la puerta
con insistencia; salté de la cama sobresaltada e intenté buscar las
zapatillas, que por algún motivo nunca están don de deberían.
Al abrir la puerta, él estaba allí mirándome con sus brillantes ojos
verdes, su pelo rubio peinado hacia atrás, la camisa de rayas blancas
y azules,con la mochila colgada a la espalda llena de libros, lápices y
cuadernos.
Sin mediar palabra, se abalanzó sobre mí liberando un torrente de
energía y cerrando sus enormes ojos me dijo:
—Abuela, mi madre trabaja el domingo, me quedo contigo hasta el lunes
—En su carita, una tierna y dulce sonrisa que dejaba al descubierto
su cariño infinito.
Corrió sin mirar hacia el patio: metiento los pies en los charcos que se encontraba mojado por la lluvia del día anterior.
En un rincón, su juguete preferido, el más preciado, su bicicleta de cuatro ruedas; cuatro porque aún no le habían quitado las dos pequeñas por miedo a que
pudiese caer de ella.
Me recogí el pelo en la nuca, con un pequeño moño, sujeto con una
de esas agujas de plástico, de las que venden en “todo a cien”; me
abroché los botones de la bata y dirigiéndome a la cocina me preparé
una taza de café bien cargado, que sólo con su olor podía resucitar a
un muerto…
Era demasiado pronto para empezar las tareas del día; días largos y
calurosos de primavera, por esta razón, solía sentirme muy cansada al
terminar la jornada. Me senté en una butaca del salón, aún con la
taza en la mano, cerré los ojos un instante; al abrirlos, mis ojos se
clavaron en la fotografía de mi hija, que, estática, me miraba desde
la mesa. El teléfono de la mesita sonó como un trueno…,
—Dígame, ¿quién es?
— ¿La señora González?
—Sí, soy yo. —lamento decirle que su hija ha tenido un fatal
accidente.
El retumbar del teléfono invadió toda la habitación al caer al suelo.
Entraron los dos en el salón, corriendo y dando saltos: el perro
ladrando y moviendo el rabo alegremente, el niño jugando… como si el
mundo todo fuese de color de rosa, el color de la inocencia que solo
los niños poseen.

jueves, 24 de junio de 2010

LOS PEQUES


Hace unos días he estado en la clase de mi nieto Manuel de cinco años. Me invitaron a contar un cuento, que yo misma e escrito para ellos con mucho cariño y amor. Gracias a esos pequeños he podido volver a sentirme niña otra vez.

Sus inocentes preguntas, sus cándidas sonrisas, me han llenado el corazón de una alegría inmensa, que solo ellos pueden conseguir con su pureza e ingenuidad. He tenido una experiencia maravillosa que nunca podré olvidar. He visto en las caritas de esos pequeños la inocencia en todo su esplendor.

Quiero resaltar ¡pequeños! pero grandes en ternura, amor y sinceridad.

viernes, 18 de junio de 2010

EL JARDÍN MULTICOLOR














Érase una vez un jardín donde todas las flores eran de color rojo brillante. Había flores grandes, pequeñas, altas, bajitas. Un día de otoño, hacía un fuerte viento y las flores tenían que agarrarse unas a otras, para que el viento no se las llevara. Cuando el viento dejó de soplar, una de las flores descubrió algo en el suelo del jardín; era una pequeña semilla negra con forma de estrella.
—¿Que será?, se preguntaban unas a otras. La única forma de salvarlo es esperar a que crezca, dijo la flor más vieja. Cuando llegó la primavera, la pequeña plantita empezó a estirarse para ver el sol… Las flores rojas estaban muy preocupadas, pues no sabían que tipo de planta era, tenían miedo de que fueran malas hierbas y perjudicara el jardín.
Un día, al despertar las flores rojas, descubrieron que la planta tenía una gran bola con pétalos, rojo, amarillo, verde y azul…. Las flores rojas, se quedaron con la “boca abierta”: nunca habían visto una flor de tantos colores.
— Pero tú, ¿qué clase de planta eres?
—Soy una flor—respondió.
— Las flores son rojas — todas somos rojas.
—Es cierto, todas sois rojas en este jardín, pero de donde yo vengo, las flores son de todos los colores.
La flor dejó caer sus semillas en la tierra, pasó el invierno y volvió la primavera. Las nuevas flores comenzaron a brotar. — ¿Cómo serán?— se preguntaban ---¿Serán rojas como nosotras, o de muchos colores?
Al abrirse, empezaron a aparecer flores amarillas, verdes, blancas, azules… Todas las flores se pusieron muy contentas, su jardín ya no era de un solo color, era un jardín multicolor.

martes, 15 de junio de 2010

LOS FINES DE SEMANA


Los fines de semana son largos, monótonos y aburridos desde hace algún tiempo para mí. Nunca me pasa nada extraordinario que haga cambiar mi malogrado estado de ánimo.

Agotada y muy cansada me he sentado en el suelo del comedor y he poyado la espalda en la pared para descansar un rato; observo desde donde me encuentro un poco aletargada, cómo el tibio sol entra por las rendijas de la desgajada ventana, dirigiendo fugazmente sus dorados y anaranjados rayos, hacia las rojas flores de la maceta que descansa con insolencia reprimida, sobre el alféizar de la ventana, irradiando sus colores brillantes a través de los trasparentes cristales.

Una atolondrada paloma de color gris plomizo se ha posado sobre el alféizar de la ventana, mira desconfiada a uno y otro lado, presurosa posa con sumo cuidado sus finas patas sobre el borde de la maceta: ¡la muy picarona! Que con la ayuda de su afilado y fino pico intenta remover la tierra del geranio que impasible aguanta las embestidas del animal que se afana con tesón por encontrar algo dentro de la oscura tierra.

Busca algo, algo oculto y perdido que no consigue encontrar por más que lo intenta como también yo busco mi alma endurecida y marchita se empeña día a día en encontrar la inocencia perdida de la infancia.

miércoles, 2 de junio de 2010

EL BLOG

El navegar por la red y visitar otros blogs me ha dado la oportunidad de descubrir la enorme generosidad que existe en la red: recursos, trabajos, experiencias, actividades que otros compañeros comparten a cambio de nada.

sábado, 29 de mayo de 2010

EL TREN


La primera vez que vi el tren me causó una tremenda impresión. Nunca podré olvidar aquella mañana gris del mes de Enero.

Observé cómo el viento helado movía los papeles del suelo del andén, podía oír el cimbrear de la techumbre de uralita que cubría el demolido tejado.

Dando un fuerte tirón, me solté de la cálida mano de mi madre y me acerqué al borde del andén para poder ver las líneas paralelas, donde esperé expectante la aparición de la descomunal locomotora. Veloz como una fuerte ráfaga de viento, hizo acto de presencia, expulsando bocanadas de humo negro, dirigidas hacia los árboles cercanos que se alineaban a un lado y otro de la vía.

Entre jadeos insistentes se dejaba oír el silbato de la gran maquina anunciando su próxima llegada a la estación. Los frenos chirriaron, saltando miles de chispas luminosas de entre las ruedas haciendo un ruido infernal: se paró en seco.

Las pesadas puertas de madera se abrieron hacia el andén y los pasajeros se dispusieron a bajar uno tras otro, portando sus enormes maletas de cartón piedra.


jueves, 27 de mayo de 2010

HOMENAJE A LAVIDA

SALVADOR VARO --- 3º PREMIO DE REDACCIÓN 2010.

Esta mañana me han despertado los anaranjados rayos de sol entrando por las rendijas de la desgajada ventana, el canto de los pájaros y un fragante olor a romero y azahar.

Al salir al jardín, una vez más he podido vivir una hermosa experiencia: me encontré en medio de un paraíso grandioso rodeada de multitud de cosas bellas: pinos, palmeras, laurel, y un almendro en flor. —¡¡Qué maravilla!! — No hay hermosura igual que se le pueda comparar.

Me recreo y disfruto con cada una de las cosas que me rodean: la belleza indescriptible de la vida. La paz que me proporciona la naturaleza me ayuda a vivir intensamente. Como el poder contemplar un amanecer o una maravillosa puesta de sol.

La mente: brinda a los humanos el poder de comunicarnos los unos con los otros, para conseguir aprender, amar, respetar y valorar la naturaleza. Ella nos permite, ver, oír, oler, tocar… apreciar que tenemos un mundo ideal, al que entre todos tenemos que ayudar a cuidar y a respetar.

La lluvia: Sin ella no podríamos existir, nos riega los campos para que podamos sembrar, cultivar y cosechar los alimentos que necesitamos para nuestra supervivencia, purifica el ambiente, y nos libra de algunas enfermedades. ¡Qué gran milagro!

El mar: que se puede decir de él, de su fuerza y bravura, de su pausada calma.
¡Es tan sencillo! Sentarse a la orilla del mar y contemplar como la suave brisa mueve las olas acariciando la sedosa orilla, dibujando caprichosas ondas sobre la dorada arena, en la lejanía, sobre el mar, el sol posa destellos luminosos sin igual, que fascinan y embrujan al mirar.

Yo pienso: que la vida es muy corta, el reloj del tiempo no perdona, que se escapa sin piedad… atesora cada momento que vivas en contacto con la naturaleza, ámala y cuídala como a ti misma.
 Creado por: María Jiménez Galeote.

sábado, 1 de mayo de 2010

AMOR A LA VIDA


Un retoño: llevo dentro de mí un nuevo ser que cambia toda mi vida, noto como mi cintura se ensancha, cómo aumentan mis pequeños pechos y mis carnes se desgarran…todo en mi cuerpo cambia y se transforma, siento que duele, empuja y a la vez me alegra, todo al mismo tiempo y cuando mis pechos lo amamantan es algo maravilloso: es dolor, ternura y amor.
La vida se parte en dos. ¡Ay dolor! Un dolor que no duele, un dolor que sólo es amor